SOCIALISMO EUROPEO

Una alternativa auténticamente socialista, amante de la tradición europea y de sus valores y principios espirituales.

Wednesday, May 02, 2007

SCHWESTER PIA
Portadora de la Blutorden 9 de Nov. 1923





El 18 de mayo de 1981 fallecía en Munich la Sra. Eleonore Baur, conocida como la hermana Pía. En esa fecha contaba 96 años de edad.
¿Quién era la hermana Pía? Esta admirable religiosa era la única mujer poseedora de la "Blut Orden", la orden de la sangre, concedida a aquellos que participaron en el levantamiento del 9 de noviembre de 1923 junto a Hitler.


Cuando en 1921 se formaron las columnas de voluntarios de todas las regiones alemanas, con el fin de liberar la provincia de la Alta Silesia del ataque polaco, la hermana Pía no dudó un solo instante en acompañar a los voluntarios al frente convirtiéndose en al ángel protector de los heridos.
De regreso a Munich y hallándose en la más absoluta pobreza, sube a un tranvía pero no posee el dinero necesario para pagar el billete: El cobrador la insta para que baje del vehículo, pero un caballero que se halla presente ofrece a pagar el billete de su bolsillo. Este caballero es Adolfo Hitler.

El 9 de noviembre de 1923 la hermana Pía marcha junto a los valientes nacionalsocialistas por la Feldherrnhalle, donde nuevamente atiende y socorre a moribundos y heridos. En reconocimiento de su entrega y amor al prójimo, recibe la Blutorden.
La importancia de esta condecoración se desprende del hecho de que cuando los aliados se hallaban embargados en una sana tarea de reeducación democrática del pueblo Alemán, asesinando a todos los que dudaban de la grandeza de los ideales democráticos, fueron considerados como elementos especialmente peligrosos ,todos aquellos que poseían mando en el nacionalsocialismo y también aquellos que, sin poseerlo, estaban condecorados con la mencionada Blutorden o poseían el emblema de oro del partido, concedido a los primeros 100 mil miembros.


Siendo muy joven, estuvo adscrita durante la I Guerra Mundial como Hermana Castrense en un Regimiento de Wurtemberg.
En 1919 pertenecìa a la columna de voluntarios (Freikorp) que bajo el mando del General Ritter von Epp liberó a Munich de la dominación marxista.
En 1921, como hemos dicho, marchó con los voluntarios que pretendían defender la Alta Silesia del ataque polaco. Marchando en primera línea a Heidebreck, fue herida en un muslo, permaneciendo largo rato en el suelo en espera de ayuda. Su valor reconocido la hizo acreedora de la Cruz de Plata de la Oberland, así como luego del Águila de Silesia en sus dos categorías..
Otra vez en Munich acompaña a los nacionalsocialistas en sus luchas y vuelve a ser el socorro de los heridos, atendiendo por igual a los seguidores de Hitler como a los rojos.
Durante la Segunda Guerra Mundial vuelve al frente en el cuidado de heridos en las Waffen-SS y ayuda a los parientes de los soldados caídos.



Todo lo reseñado la hizo acreedora de cinco años de cautiverio en los campos de concentración aliados. De 1945 a 1950 estuvo internada sin desfallecer nunca. Una vez liberada no dejo nunca de asistir a todos los actos organizados por grupos nacionalrevolucionarios. Modestamente se la podía ver sentada en un rincón de la sala, pasando en ocasiones desapercibida.
A la edad de 90 años escribió una hermosa poesía donde se resumía lo que para ella significaba:

"Ser Hermana"


Ser hermana significa renunciar
Significa cumplir los más pesados
deberes
significa conllevar las angustias de
los demás
con gesto tranquilo y sonriente.
Ser hermana significa comprender
Las necesidades del prójimo.
Significa poder penetrar en el corazón
Ajeno
Cuando le amenaza una duda.
Ser hermana significa siempre dar
Estar siempre bondadosamente para
los demás
sin pedir, significa una vida sacrificada
por el amor al prójimo ¡Ser hermana!



(Publicado en CEDADE)

Tuesday, May 01, 2007

DISCURSO DE ADOLF HITLER
ANTE DOS MILLONES DE TRABAJADORES
EN EL DIA DEL TRABAJO NACIONAL
(1 de mayo de 1933)



¡Ciudadanos y ciudadanas! :
“Ha llegado mayo”. Así reza una canción alemana. Por espacio de muchos siglos el primer día del mes de mayo no ha sido solamente el símbolo de la entrada de la primavera, sino también el día de la alegría y de las fiestas y diversiones. Vino una época que se posesionó de este día y que convirtió el día de la vida germinativa y del placer lleno de esperanzas en un día de las contiendas y de la lucha interior. Una teoría que se había apoderado de nuestro pueblo intentó convertir el día de la naturaleza despertante, de la entrada visible de la primavera, en un día del odio, de lucha fraternal, de la discor­dia y los sufrimientos. Pasaron décadas sobre tierras alemanas y cada vez más parecía que este día debía documentar la se­paración y el desgarramiento de nuestro pueblo. Pero al fin llegó el día en que todos se dieron cuenta de lo que pasaba a su alrededor, después de haber sufrido nuestro pueblo lo in­decible, un dia de recogimiento y de volver a comprenderse los alemanes.


Y ahora, podemos cantar la antigua canción popular: ¡El mayo ha llegado, el despertar de nuestro pueblo es un hecho! El símbolo de la lucha de clases, de las continuas querellas y discordias, vuelve a ser el símbolo de la gran unión y el levan­tamiento de la nación. Por esta razón hemos elegido el día de la naturaleza despertante, para todos los tiempos venideros, como día de la recuperación de nuestra propia fuerza y vigor y al mismo tiempo como día de aquella labor creadora que no conoce límites estrechos y que no está ligada a organizaciones obreras ni a fábricas ni oficinas, de una labor que queremos reconocer y fomentar en todas partes donde sea realizada en buen sentido para el ser y la vida de nuestro pueblo.


Espantosa es la miseria que el pueblo alemán tiene tras sí. Y no porque haya faltado la diligencia. ¡No! Millones de nues­tro pueblo siguen trabajando como antes, millones de campesinos marchan tras el arado como antes, millones de obreros trabajan en el tornillo de banco, ante el retumbante yunque. ¡Millones de nuestro pueblo trabajan, y otros millones anhelan trabajar, mas no pueden! Decenas de millares ponen fin vo­luntariamente a una existencia que para ellos no parece conte­ner más que dolores y miseria. Lo truecan por el otro mundo donde esperan encontrar más y mejores cosas que en la tierra. Tremenda es la desgracia que ha venido a buscarnos, dejando en todas partes el abatimiento y hasta la desesperación. Y no­sotros nos preguntamos, ¿por qué?
Es una crisis política. El pueblo alemán está en vías de decaimiento, todas sus fuerzas vitales las necesita para la lucha interior. La confianza en la fuerza de la propia voluntad, la pro­pia fuerza, ha desaparecido. Millones dirigen la mirada hacia el resto del mundo con la esperanza de recibir de allá la dicha y la salvación. El pueblo decae y en este decaimiento desapare­ce su fuerza vital, la fuerza para la afirmación de la vida. Los resultados de esta lucha de clases lo vemos alrededor de noso­tros y debajo de nosotros y queremos aprender de ellos, pues una cosa hemos reconocido como primera presuposición para el restablecimiento de nuestro pueblo: ¡El pueblo alemán ha de volver a conocerse mutuamente!


Los millones de hombres divididos en profesiones, separados en clases artificiales, que, atacados de presunciones profesiona­les y locura de clases, no pueden comprenderse unos a otros, tienen que encontrar el camino de unos a otros. Una tarea ex­traordinaria, poderosa, ¡lo sabemos!. Cuando la locura ha sido defendida y predicada como idea política por espacio de 70 años, cuando la destrucción de la solidaridad popular ha sido casi una ley política 70 años seguidos, es difícil, sumamente difícil, querer cambiar el sentido de los hombres de un golpe. Sin embargo, no debemos desanimarnos ni desesperar. Lo que construyeron las manos del hombre, pueden derribarlo las manos del hombre, lo que inventó en un tiempo la insensatez humana, puede vencerlo y rehacerlo de nuevo una prudente sen­satez.


Sabemos que este proceso de encontrarse unos a otros y comprenderse mutuamente no es cuestión de semanas o meses, ni siquiera de unos pocos años. Tenemos, empero, la inquebran­table voluntad de cumplir esta misión ante el puebló alemán, estamos resueltos a conducir a los alemanes unos a otros, hasta empleando la fuerza si necesario fuese.
He aquí el sentido del 1 de mayo, que a partir de hoy ha de ser celebrado en Alemania a través de los siglos, que en el día de hoy se encuentren unos a otros cuantos actúan en el gran engranaje de nuestra labor creadora nacional, y que una vez al año se estrechen las manos convencidos de que nada puede hacerse en tanto no contribuyan todos a la realización de esta labor. Y así hemos elegido como lema de este día la máxima si­guiente:
¡Honrad el trabajo y respetad al obrero!


Para millones es hoy difícil volverse a encontrar por sobre el odio y los errores procreados artificialmente en tiempos pasados. Hay un credo que nos permite recorrer fácilmente este camino. Que trabaje quien quiera y donde quiera, mas no puede ni debe olvidar que su compañero, el que cumple su de­ber lo mismo que él, es indispensable, que la nación no existe por el trabajo de un gobierno, de una clase determinada o por obra de su inteligencia, sino que sólo vive por el trabajo común de todos. Si millones creen poder sacar de la naturaleza del tra­bajo una deducción acerca de la dignidad de su portador, se encuentran en un amargo error. Hay decenas de millares entre nosotros que quieren hacer depender el respeto al individuo de la clase de trabajo que éste hace. ¡No! Lo decisivo no ha de ser lo que él crea o hace, sino como lo hace. Que entre nosotros hay millones que trabajan año por año, sin la esperanza de ad­quirir jamás riquezas, digo más, sin ganar lo suficiente para llevar una vida sin apuros, no ha de ser motivo para los demás para no creerse dignos de ellos, pues sólo su idealismo y abnega­ción son los que permiten y facilitan el ser y la vida de la colec­tividad. ¡Desgraciados de nosotros si llegase a desaparecer este idealismo en nuestro pueblo y el valor de los hombres se quisie­se medir únicamente por los bienes terrenales que le ha depara­do la suerte! El valor de nuestro pueblo no sería ya entonces tan grande ni su existencia tan larga.


No es útil el explicar al obrero su importancia, el demostrar al campesino la necesidad de su existencia, el ir al intelectual, al trabajador mental para hacerles ver la importancia de su co­metido y de su labor Lo necesario es enseñar a cada clase social la importancia de la otra. Y así es preciso que vayamos a las ciudades a proclamar y anunciar la necesidad y la esencia del campesino alemán, que salgamos al campo y vayamos en busca de nuestra intelectualidad para hacerle ver la importancia de los obreros y trabajadores alemanes. Vamos a ver al obrero y al campesino para enseñarles que sin la inteligencia alemana no hay vida alemana; que todos ellos juntos deben formar una gran comunidad: inteligencia, frente y puño, obreros, campesinos y ciudadanos.
Este 1 de mayo ha de transmitir al mismo tiempo al pueblo alemán el reconocimiento de que: la aplicación y el trabajo so­los no crean la Vida si no se desposan con la fuerza y la voluntad de un pueblo. Aplicación y trabajo, fuerza y voluntad, actuan­do conjuntamente, sólo cuando detrás del trabajo se levante el puño fuerte de la nación para proteger y amparar, puede venir la verdadera bendición.


Hay más, este día ha de hacerle comprender al pueblo ale­mán: ¡Pueblo alemán! Serás fuerte cuando seas uno, cuando hayas arrancado de tu corazón tus discordias y el espíritu de lucha de clases. Podrás poner detrás de tu trabajo una fuerza inaudita cuando enlaces tu trabájo con la voluntad de vivir de todo tu nacionalismo.
Tenemos la firmísima resolución de que todo alemán, sea quien sea, rico o pobre, hijo de sabios o de obreros de fábrica, vaya una vez en su vida al trabajo manual para conocerlo, pa­ra que algún día pueda mandar aquí con más facilidad por ha­ber aprendido ya antes a obedecer. No pensamos en eliminar el marxismo únicamente por fuera, exteriormente; estamos re­sueltos a privarlo de las presuposiciones. Queremos ahorrar los trastornos mentales a las generaciones que vienen detrás de nosotros.


Los trabajadores de la cabeza y de la mano no deben estar nunca unos contra otros. Por esta razón exterminamos la soberbia y la presunción que se apoderan tan fácilmente del individuo y le hacen ver con desprecio a los camaradas que "sólo" trabajan en el tornillo de banco, junto a la máquina o detrás del arado. Pero no basta que cada alemán conozca esta clase de trabajo, precisa también que el obrero manual sepa, a su vez, que también hay necesidad del trabajo mental. También a él hay que hacerle ver que nadie tiene derecho a menospreciar a los demás y creerse superior a ellos, sino que todo el mundo debe estar preparado para la gran comunidad.
En este año realizaremos por primera vez esta gran idea ética que enlazamos con el servicio de trabajo obligatorio. Y sabemos que algún día, cuando hayan transcurrido 40 años, habrá experimentado la palabra trabajo manual para millones de seres humanos la misma transformación que sufrió en un tiempo el concepto de lansquenete, en cuyo lugar hubo de ponerse el de soldado alemán.


Otra de las grandes misiones que pensamos llevar a la prác­tica en este año es la liberación de la iniciativa creadora de los fatales influjos de los acuerdos de mayoría. No sólo en el Par­lamento, no, también en la economía. Sabemos que nuestra economía no podrá prosperar en tanto no se encuentre una síntesis entre la libertad del espíritu creador y el deber con respeto del pueblo todo. Nuestra misión consistirá asimismo, por tanto, en conceder a los tratados la importancia que les corresponde. El hombre no vive para los tratados y contratos, sino que estos existen para facilitar la vida del hombre. Final­mente haremos este año todos los esfuerzos posibles para recorrer la primera etapa del camino de una administración económica orgánica, partiendo del reconocimiento fundamen­tal de que: "No hay encumbramiento que no empiece en la raiz de la vida nacional y económica, en el campesino". De aquí parte el camino que conduce al obrero y finalmente a la inteli­gencia.


Empezaremos, pues, con el labrador procurando en primer término que su economía emprenda el camino del restableci­miento. Sabemos que esta es la primera condición para el sa­neamiento general de toda la administración económica. Por espacio de 14 años consecutivos se ha hecho precisamente lo contrario. Las consecuencias las estamos viendo ahora. No se socorrió al ciudadano, ni al obrero, ni a las clases medias, todos ellos estuvieron al borde del aniquilamiento.
De aquí nace otra nueva tarea: la eliminación de la falta de trabajo procurando ocupación a los que no la tienen. La procuración de trabajo la dividimos en dos grupos. Primeramente la procuración de trabajo privado. Aquí emprenderemos este año una gran obra, la referente.a la restauración de los edificios y casas alemanas para que centenares de millares tengan trabajo. En este momento y en este sitio vamos a apelar por primera vez al pueblo alemán diciéndole: ¡Alemanes! No creais que el pro­blema de la procuración de trabajo se va a resolver en las estre­llas. Vosotros teneis también que ayudar y contribuir a su solu­ción. Tenéis por confianza y prudencia que hacer lo que pueda dar trabajo. Cada uno tiene el deber personal de no vacilar en la creación de lo que necesita, de no esperar para mandar hacér lo que alguna vez tiene que mandar hacer. Cada empresario, cada propietario de casa, cada hombre de negocios, cada particular, tiene la obligación de acordarse del trabajo alemán. Si el mundo propala hoy falsas afirmaciones contra nosotros, si se proscri­be el trabajo alemán, debemos esperar que el alemán se haga cargo él mismo de su trabajo. Este es un llamamiento que, diri­gido a millones de individuos, es el primero que puede dar trabajo a millones de personas. Nos esforzamos igualmente por crear este mismo año posibilidades para grandes obras públi­cas. Planteamos un programa que no queremos legar a la pos­teridad, el programa de la construcción de nuevas carreteras, una obra gigantesca que requiere millares de millones. Quitare­mos del camino las resistencias que se opongan a esta empresa y daremos principio a la tarea en grande. Iniciaremos con ello una serie de obras públicas que nos ayuden a reducir cada vez más el número de parados.


¡Queremos trabajar y trabajaremos! Todo depende al fin del pueblo alemán mismo, de vosotros, de la confianza que tengáis en nosotros, depende de la fuerza con que os confeséis partida­rios del Estado nacional. Unicamente cuando toclos seáis unos en la voluntad de salvar a Alemania, podrá encontrar el ciuda­dano alemán su salvación de su patria.


Sabemos que aun tenemos que vencer poderosas dificultades. Sabemos también que todo trabajo humano tiene que ser al fin inútil si no resplandece sobre él la bendición de la Provi­dencia. Mas nosotros no somos de aquéllos que lo dejan todo cómodamente para la otra vida. Nada nos regalan. Asi como el camino de los 13 años pasados ha sido hasta hoy un camino de eternas luchas, un camino que casi nos ha hecho desesperar a menudo, así el camino hacia un futuro mejor será bien difícil. ¡El mundo nos persigue, se vuelve contra nosotros, no quiere reconocer nuestro derecho a la vida, no quiere que sea verdad nuestro derecho de protección de la patria!.
¡Camaradas alemanes! Si el mundo está así contra nosotros, con tanta mayor razón debemos formar una unidad, con tanta mayor razón debemos asegurarle: ¡Podeis hacer lo que queráis! ¡Pero nunca nos doblegareis, jamás nos obligaréis a reconocer un yugo! ¡El llamamiento a igualdad de derechos no lo aparta­reis de nuestro pueblo! El pueblo alemán ha vuelto en sí. ¡No tolerará en su seno a quienes no estén por Alemania! ¡Queremos merecer honradamente el nuevo encumbramien­to de la nación por medio de nuestra aplicación, de nuestra perseverancia, de nuestra inconmovible voluntad! No implo­ramos del Omnipotente: "Señor, hacednos libres". Queremos ser activos, trabajar, tratarnos como hermanos, luchar jun­tos, para que algún día llegue la hora en que podamos presen­tarnos ante el Señor y podamos decirle: "Señor, ya ves, nos hemos cambiado". El pueblo alemán no es ya el pueblo sin honra, de la desvergüenza, de la anarquía, de la pusilanimidad y de la incredulidad. No, Señor, el pueblo alemán es ya otra vez fuerte en su voluntad, fuerte en su perseverancia, fuerte para sobrellevar todo sacrificio. "Señor, ¡no nos apartamos de Vos! Bendice nuestra lucha por nuestra libertad y con ello por nuestro pueblo y nuestra Patria".