BELLEZA DEL TRABAJO EN ALEMANIA
Por Wilhem Lotz
Reorganización del mundo del trabajo
En el Bosque de Turingia, apartada de toda vía de tráfico, se encontraba una vieja fábrica de vidrio. En otro tiempo, este establecimiento había dado pan y trabajo a centenares de familias. Pero en el año 1929 tuvo que cerrar sus puertas, a causa de la ruina económica, a igual que tantas otras fábricas y talleres. El 96 por ciento de la población de los plácidos valles de la comarca no volvió a encontrar trabajo. El desconsuelo y la miseria hicieron su aparición y las gentes echaron mano de los medios más singulares para expresar su desesperación. Entonces destruyeron el viejo edificio que un día les ofreció la posibilidad de sostener su pobre existencia, rompieron los vidrios de las ventanas, arrancaron las cañerías y los cables, y no dejaron más que el desnudo edificio de piedra gris. Su furia de destrucción la guiaba un odio ciego contra el centro de trabajo que les había sido quitado. Sabían que su proceder no servía de nada, pero no querían volver a ver el viejo y feo edificio en el que habían vertido tanto sudor en penoso trabajo.
Pocos años después, cuando hombres resueltos llamaron al orden y aconsejaron sensatez, cuando las ideas del Nacionalsocialismo se extendieron por el país, y cuando se supo que un nuevo Gobierno con fuerza nueva y verdadera comprensión de las necesidades del trabajador alemán había tomado el timón de la abandonada nave del Estado, también los hombres de la montaña cobraron ánimos de nuevo. Todavía reinaba gran confusión en Alemania, pero Turingia había sido la primera región alemana convertida al Nacionalsocialismo y podía empezar la obra de reconstrucción. En la región en que se encontraba la vieja fábrica de vidrio, se fundó una comunidad de trabajo. Llegaron algunos pedidos, los carpinteros empezaron a hacer muebles, algunos hombres que sabían del oficio de sastre confeccionaron uniformes ayudados por las mujeres, se fundieron plaquetas de vidrio y la comunidad de trabajo se sintió pronto lo bastante fuerte para adquirir la ruinosa y medio destruida fábrica de vidrio. Aquí, en este edificio, querían reunir los hombres todos los talleres, que hasta entonces se encontraban repartidos en cinco lugares diferentes a distancias de 30 kilómetros. Y lo que estos hombres habían proyectado en sus duras cabezas, lo consiguieron. Con trabajo voluntario fueron construidos nuevos talleres dentro de los viejos muros, todo en sencilla construcción de madera, pero todo claro y práctico. Principalmente, estos lugares de trabajo tenían que ser bellos, y no feos y lóbregos como los antiguos.
Se podría suponer que con este género de ayuda propia sólo se habría construido lo más necesario y que no habría habido dinero para lo demás. Al contrario, precisamente las cosas que al observador superficial le habrían podido parecer superfluas, innecesarias y caras, fueron ideadas y realizadas aquí con particular amor y esmero. Así fue construida una hermosa sala de reunión; siguieron lavabos y hasta una piscina de natación, y cuartos bien amueblados para los miembros del personal que tenían que vivir en la casa. Por todas partes se colgaron cuadros buenos y se inscribieron sentencias, en fin, en estos nuevos lugares de trabajo se tuvo consideración con el hombre, con su bienestar y con su sensibilidad a las cosas bellas. Trabajadores montaron aquí ellos mismos los lugares de trabajo tales como ellos se los imaginaban, como ellos los querían.
Por lo tanto, esta obra realizada en el Bosque de Turingia, desde luego pequeña dentro de la reorientación de las empresas industriales alemanas, tiene sin duda alguna gran significación simbólica. En el lugar de un taller lóbrego, montado sólo con lo más necesario, sombrío y sin calor, sin otra finalidad que la de ganar dinero, entra ahora un pequeño organismo que es más que centro de trabajo, que representa un verdadero espacio vital para la comunidad de las personas que aquí trabajan.
Aquellos hombres que en sus apartadas aldeas de la montaña habían oído seguramente muy poco de las ideas de la 'belleza del trabajo', comprendieron honda y naturalmente el sentido de este nuevo concepto. Entre
la vieja y fea fábrica de vidrio, que no era mejor ni peor que la mayoría de aquellos pequeños establecimientos que los obreros solían llamar en Alemania "barracones ruinosos", y este nuevo centro de trabajo que los trabajadores habían hecho de ella, se encuentra una transformación muy honda, un cambio radical de los hombres y de sus ideas. Sin tan hondos cambios no habrían sido posibles los formidables éxitos alcanzados en el dominio de la "belleza del trabajo", como resultados del trabajo voluntario de los jefes y miembros de las empresas, pues ellos son la expresión y prueba de la reforma del mundo del trabajo en Alemania y de un orgulloso culto al trabajo y a la organización.
Frente a la teoría meramente materialista de que el trabajo es un mal necesario, se opuso la voluntad de librar al trabajo de todo rastro de maldición y conferirle el valor de un servicio honorífico. Todo trabajo útil es servicio a la comunidad del pueblo y por ello honroso. Y cuando todo miembro de la comunidad nacional se dé perfecta cuenta de que con su trabajo no solamente gana dinero para sí mismo, sino que al mismo tiempo ayuda a la comunidad y la fomenta en su bienestar y seguridad, entonces será cuando se habrá comprendido su valor ético supremo. Además, el trabajo de cada cual no puede tener objeto ni sentido y a la larga no puede aportar dinero ni otros valores, si no está ordenada la comunidad nacional. Cuando estas ideas llegaron por primera vez hasta la clase trabajadora, advirtió cada cual que con ellas se llegaba a una valoración completamente nueva pues en el fondo del alma del hombre alemán estaba, aunque enterrada en ideas y opiniones erróneas, la fe en su valor y el amor al trabajo, a un trabajo racional, útil para todos. El alemán siente alegría en el trabajo, en la creación y la organización; esto es algo que lleva en la masa de la sangre, y por eso comprendió sin necesidad de muchas palabras, sólo por los hechos, que irrumpía una nueva era.
También ha cambiado radicalmente la actitud ante la técnica y ante la máquina. El miedo a una técnica creciente, de finalidad propia, es tan erróneo como su negación absoluta y el huir de ella, o la maquinomanía. Cuando leemos leyendas y cuentos de tiempos lejanos, tropezamos con temas que parecen profecías de lo que hoy puede la técnica. Advertimos que la técnica es al fin y al cabo sólo un medio e instrumento para llevar a la realización antiguos sueños de la humanidad. Desde este punto de vista, este aparente poder con su ley propia se transforma en un simple instrumento de la voluntad, que está inseparablemente unida al hombre y dormitó siempre en su alma. Reconocemos hoy más que nunca que el hombre tiene que seguir siendo el amo de la máquina, la que tiene que servirle y ser obediente a su voluntad. Precisamente el hombre alemán se dedica a su trabajo con un sentimiento particularmente desarrollado por las cosas mecánicas y una poderosa inclinación a la organización técnica. La conveniencia de la técnica y de la máquina puestas al servicio del hombre, se advierte de una manera muy evidente en los hechos siguientes. Cuando el nacionalsocialismo llegó al poder, fueron paradas por de pronto casi todas las máquinas automáticas, para que entrara en su lugar el trabajo manual, en atención al gran paro que reinaba en todas partes. Pero en cuanto aumentó la demanda bajo la nueva vitalidad del pueblo y el consiguiente saneamiento de la economía, fue intercalada de nuevo racionalmente la máquina en el aparato de la producción, como auxiliar y facilitadora del trabajo. En el curso de nuestras observaciones veremos cómo el hombre fue colocado en el centro del mundo del trabajo y advertiremos cómo llegó a ser dueño de la máquina y del aparato técnico.
Esta nueva valoración del hombre como miembro de la comunidad y el esmerado cuidado de su espíritu y de su cuerpo, sólo podían surgir en una época en la que no fuera negado más el valor de la vida y el valor de esta existencia, sino en la que se viera algo bello en el trabajo y en la organización de la vida. Esta afirmación de la existencia y esta alegría de vivir, van paralelas con el respeto a los otros, a los camaradas, y especialmente a todos aquellos que trabajan, que como trabajadores del brazo y del cerebro ayudan a levantar la comunidad feliz del pueblo.
Belleza de los lugares de trabajo
Pero también la comunidad está obligada a hacerle a cada uno la vida todo lo bella y agradable que sea compatible con la actitud enérgica y varonil del pueblo alemán. Ningún placer blando, sino orgullosa alegría en lo que ofrece la vida de un gran pueblo, anima al espíritu que ha tomado estas medidas provechosas precisamente para el hombre que trabaja. Para el trabajador alemán es bueno precisamente lo mejor, suele decir el Dr. Ley, el creador del Frente Alemán del Trabajo. El trabajador tiene la posibilidad de viajar, de recrearse, de cruzar los mares en los barcos más hermosos, de disfrutar de las artes más bellas, de educarse, de instruirse y de aprender. Este es el sentido más hondo de las organizaciones "Fuerza por alegría", que el trabajador esté orgulloso de lo que le puede ofrecer la comunidad de la nación, a lo que él colabora, para producir y asegurar estos valores. Naturalmente, también en Alemania hubo muchas personas que al oír hablar por primera vez de "belleza del trabajo" exclamaron en seguida que el trabajo no había sido nunca bello ni podría llegar a serlo jamás. Desde este punto de vista, ya antes del advenimiento del nacionalsocialismo al poder se había hecho mucho en Alemania, y en otros países europeos, para mejorar la suerte y la vida del trabajador. Alemania poseía un seguro social muy elogiado en el mundo entero. Grandes empresas construían casas para sus empleados e igualmente había varias colonias y lugares de esparcimiento y veraneo para obreros y empleados. También había una protección contra accidentes del trabajo y en las empresas en que se realizaban trabajos peligrosos se disponía de medidas de seguridad. Pero cuando se analizaban objetivamente las razones que movían a tales empresas a tomar disposiciones de esa naturaleza, se comprobaba generalmente el predominio del egoísta motivo económico. Con las colonias para obreros se perseguía guardar para sí los buenos obreros especializados, se quería aumentar la producción y la ganancia, de modo que en realidad se trataba casi siempre de un cálculo capitalista envuelto en el manto social. Aquí era cuidado el hombre no como hombre, sino como máquina de trabajo. Además, estas organizaciones constituían casos aislados y se encontraban a lo sumo allí donde había mucho dinero.
Las instituciones benéficas de algunas casas americanas han llegado a ser conocidas por una abundante propaganda. Los grandes consorcios del Nuevo Mundo hablaban mucho de estas instituciones y las mostraban en sus prospectos como medios de propaganda, para demostrar sus grandes sentimientos sociales. Pero un examen más detenido demostraba aquí también que el trabajo era considerado y apreciado solamente como medio de ganar dinero. El trabajo era una cosa de la que no había que avergonzarse y hasta podía convenir el ufanarse de haber trabajado, pues sin el escalón del lavaplatos no debía haber ningún millonario. Pero, y esto era lo significativo, se vanagloriaba uno sólo después de haber conseguido algo, después de haber ganado dinero y alcanzado así una vida más cómoda.
Por eso las instituciones benéficas perseguían mejorar la situación del obrero principalmente en el tiempo libre, para que se advirtiera que el ganar dinero podía conducir a una buena vida.
Pero lo sucedido en Alemania desde 1933 no se ha limitado a algunas empresas fuertes, sino que se ha extendido a la totalidad de los talleres, de las fábricas de toda importancia, a las oficinas y a las administraciones, en fin, a todos los centros de trabajo. Ante todo había que mejorar y embellecer el trabajo mismo, pues de nada sirve embellecer y cuidar el tiempo libre, si el tiempo mucho más largo que el trabajador pasa en el lugar de trabajo es para él un tormento en un medio indigno. Con esto no se puede elevar su orgullo, así no es posible demostrarle el valor de su trabajo.
Cuando se emprendió la misión de embellecer los talleres y lugares de trabajo, surgió el peligro de introducir con este embellecimiento un elemento extraño en los centros de trabajo, pues ¿es que podía haber alguna belleza en un taller o en la sala de una fábrica?
Hay talleres que son realmente bellos. Viejas herrerías de aldea, talleres de grabado en madera perdidos en la montaña y antiguos molinos, tienen su encanto peculiar. Son bellos a su manera, porque tienen una atmósfera propia, porque se siente en ellos el espíritu del artesano y el amor con que en ellos se trabaja. Mas aquí se encuentran la belleza y el romanticismo de un tiempo pasado. Y si se analiza en estos lugares si el alumbrado es bueno o si se han tenido en cuenta las exigencias de la higiene, se advierte en seguida que esta soñadora belleza no podría ser modelo para lo que hoy se persigue. Sólo en una cosa está aquí lo ejemplar: en el amor y el cuidado que se pone en todo, en la humanidad que aquí nos rodea. ¿Dónde se encuentra la nueva belleza? El mundo de las chimeneas humeantes y de los altos hornos en actividad, y el romanticismo de la industria, se han cantado y representado muchas veces. Desde luego, causa gran impresión la gigantesca visión de la incansable actividad en la región del Ruhr y en otros centros de la industria alemana. Pero la sombría grandeza de estos cuadros no está ya conforme con nuestra idea de los centros donde deben trabajar hoy los hombres. Dentro de algunos años estos lugares tendrán un aspecto muy diferente, su romanticismo habrá desaparecido. La semioscuridad de las salas cede cada día más a la claridad, las humeantes chimeneas son sustituidas por instalaciones que no despiden humo ni polvo, ni ennegrecen la comarca. La sombría y fea belleza del humo habrá pasado pronto, sentida sólo en el ánimo del observador que disfruta en ella inconscientemente el contraste con su propia existencia bien cuidada.
La nueva belleza del trabajo, en cambio, ha de ser sentida por los hombres que trabajan en la fábrica.
Orden y pulcritud
La primera condición para la "belleza del trabajo" es la eliminación de todo lo feo, ante todo, de la suciedad y la basura. Herramientas, utensilios, materiales y artículos de almacén, estarán siempre en el orden debido y a mano. Por eso los primeros trabajos exigidos de las fábricas y talleres por el servicio "Belleza del trabajo" después de su fundación en el año 1934, fueron medidas de descombro y limpieza. El alemán lleva en la sangre un pronunciado sentimiento de orden y limpieza, de modo que estos requisitos fueron cumplidos en todas partes pronto y con gusto. Por todas partes se reunió el personal después del trabajo, para tomar escobas y palas y despejar y limpiar concienzudamente los talleres. Con toda intención se exigió que estos trabajos fueran voluntarios. Directores, jefes de servicio, ingenieros, obreros y aprendices, competían unos con otros en la limpieza de sus centros de trabajo. Así desaparecieron escombros y basuras de los patios de las fábricas y las calles de éstas quedaron limpias y cuidadas. Las paredes fueron pintadas de nuevo, para que los recintos tuvieran más claridad y recalcaran su limpieza. Se quitaron los viejos carteles y letreros, se colocaron en orden práctico las herramientas y sobre todo desaparecieron en seguida los vidrios sucios; los vidrios opacos fueron sustituidos por otros claros, pues el trabajador tenía derecho a disfrutar de vista libre durante su trabajo. En el sistema antiguo se creía que tal vista podía distraer del trabajo. Pero el trabajador alemán está educado en el trabajo y en el sentimiento del deber, y la breve mirada que se permite desde la ventana durante el trabajo le anima y así no tiene ya la impresión de encontrarse ante la máquina como un preso. Fuera de estos primeros trabajos de limpieza y orden, se procuró embellecer los recintos mediante toda clase de pequeñeces agradables a la vista: aquí se pusieron flores, allí se pintaron sentencias en las paredes y allá fuera en el patio se plantaron pequeños jardines y cuadros de flores.
El hombre como medida
Lo que se ha desarrollado hoy de estas primeras medidas es el convencimiento, transformado en acción, de que una empresa industrial no consiste solamente en talleres y almacenes, sino que forma un organismo en el que junto al grupo de los recintos de las máquinas e instalaciones de transporte han de tener su debido lugar aquellos espacios que pertenecen al hombre por el fenómeno vital y por las necesidades psíquicas y físicas. Nos referimos en primer lugar a los lavabos, a las salas de reunión, a las plantas de recreo, a los campos de deportes y a otras cosas de que hablaremos más adelante. El taller ha llegado así a ser un espacio vital para la comunidad que en él trabaja. En el plano de un edificio nuevo de esta naturaleza se incluyen no solamente las medidas corporales del hombre en la posición de trabajo y el curso del trabajo, sino el mundo vivo de su comunidad da nuevas medidas para la estructuración, y estas medidas se tienen en cuenta en el plano. Este viene a ser así la expresión de una idea de orden y de una voluntad para aquel que sabe leer planos. Más adelante se compararán los planos de las fábricas de ayer y las de hoy, para demostrar cómo se cuidaba antes de los hombres y de las máquinas humanas, y cómo se atiende ahora al hombre que trabaja, que domina a la máquina, a un ser con alma, al camarada.
Fue necesario, por lo tanto, imponer estos nuevos conceptos del hombre que trabaja en el taller, y del taller, como espacio vital de una comunidad a las personas responsables de la estructuración y construcción de las fábricas alemanas: a los jefes de servicio, a los ingenieros de talleres y sobre todo a los arquitectos que se dedican a la construcción de edificios industriales.
En un arrabal de Berlín se encuentra una fábrica que no solamente tiene una chimenea dorada ‑ de mosaicos dorados ‑ sino que presenta ventanales y torreones
como un castillo medieval. Al leer en las actas de la fábrica que su constructor fue nada menos que Schwechten, el arquitecto de la Iglesia Kaiser‑Wilhelm‑Gedächtniskirche, sorprende que una personalidad tan destacada ejecutara ya en aquel entonces una construcción industrial. Mas ¿qué pensarían los trabajadores de aquellos tiempos al ver que les era ofrecido un castillo feudal como centro de trabajo? Seguramente lo miraron como un engaño y no pudieron llegar a sentirse a gusto en él.
Hoy vuelven a ser encargados de la construcción de fábricas y talleres arquitectos de significación y prestigio, y el trabajador reconoce que estos edificios están cimentados en el respeto al trabajador y que son expresión elocuente de la importancia que tiene su trabajo.
No es ciertamente lo principal que tenga un gran nombre el arquitecto que construye al trabajador su centro de trabajo, esto no tiene importancia, pero no es indiferente que el arquitecto haga su plano como mero encargado de un constructor más o menos ambicioso o sintiéndose como encargado de los compañeros de trabajo, cuyo carácter, valor y necesidades ha de entender.
La fábrica de la chimenea dorada fue seguramente, en aquel entonces, un caso aislado, pues sabemos muy bien qué edificios tan miserables, feos y sucios se construían en aquellos tiempos. Pero, al igual que los "barracones ruinosos”, aquellos feos y descuidados talleres, odiados por los obreros, demuestra la falta de todo contacto entre el edificio y el trabajador.
Ya hemos dicho que el hombre como medida de todas las cosas, tiene también influencia capital en la estructuración de los centros del trabajo. El sitio de trabajo tiene que armonizar con las medidas corporales, lo mismo que la silla de trabajo, los focos del alumbrado, la colocación de las máquinas y la disposición de las herramientas. Todo ha de estar relacionado con las medidas principales del cuerpo humano: los guardarropas, la altura de los grifos sobre los lavabos y sumideros, la forma de las mesas y sillas en las salas de reunión y descanso, etc. Pero el hombre no es un ser exclusivamente corporal, pues vive, piensa, ve y siente. Esto le diferencia de las máquinas. Necesita aire, precisamente aire bueno en la estancia, y necesita luz, pero no sólo la necesaria para poder trabajar, sino una luz suficiente y tan buena como lo exija la salud de sus ojos y de sus nervios. Para mantener sano su cuerpo necesita también el cuidado corporal, necesita la posibilidad de lavarse, necesita comida y comedores, lo mismo que necesita salas de descanso y de reunión para su recreo.
En una importante fábrica del Extranjero, en la que se elaboran productos químicos y técnicos de calidad, se encuentra una disposición de los sitios de trabajo que a primera vista causa extrañeza La labor exige que en grandes salas sean realizados por muchas mujeres trabajos de control y clasificación. Estas mujeres están sentadas las unas al lado de las otras en departamentos separados, teniendo delante y a los lados paredes de separación a la altura del cuerpo. El jefe del servicio declaró que sin esta separación las mujeres se estorbaban mutuamente con charlas y miradas, con lo que se distraían del trabajo. Por consiguiente, aunque a disgusto, se había tenido que optar por esta medida.
Naturalmente, también en las fábricas de Alemania se realizan algunos trabajos delicados de comprobación que conviene sean hechos en departamentos aislados. Pero el trabajo que se realiza en dicha fábrica del extranjero se haría en Alemania por todas partes en talleres descubiertos, por ejemplo, en serie en la mesa giratoria. La medida que a los alemanes nos causa allí tanta extrañeza se explica por la clase de los trabajadores. La fábrica se encuentra en una región en la que no existe tradición alguna de trabajo industrial. Los trabajadores son como los caballos salvajes, que se tienen que ir acostumbrando poco a poco, a través de generaciones, a la naturaleza y a la marcha del trabajo. El visitante alemán advierte así con qué requisitos naturales puede contar en su camarada alemán de trabajo, el que por el carácter social heredado y por la tradición y la educación sabe apreciar debidamente el valor y la finalidad del trabajo. El aumento de la producción, que se consigue allí con medidas que nosotros no necesitamos, se ha de conseguir, y sólo se puede conseguir, entre nosotros, con el hombre exclusivamente. A él se lo hemos de pedir, lo que sólo podremos hacer después de haberle convencido de la necesidad social y política de lo que esperamos de él. El hacerle reflexiones y comprender, y proceder en consecuencia, es de más importancia que todas las medidas técnicas, las cuales, por lo demás, sólo son necesarias cuando se han desarrollado de conformidad con el importante factor "hombre". De otro modo no tendrá valor la organización técnica ni la mejora del proceso del trabajo. Exactamente de la misma manera, el jefe de servicio de la fábrica extranjera tuvo que tomar sus medidas en vista de la voluntad negativa, aunque sólo provisionalmente, del hombre.
Con este ejemplo se ha querido demostrar que en una empresa se puede alcanzar todo rendimiento únicamente cuando se encuentran bien adaptadas y armonizadas todas las partes que forman el organismo constituido por el hombre, la máquina o la herramienta y el proceso del trabajo. Todo jefe de servicio que vea solamente un mecanismo en estas partes engranadas las unas a las otras, rebajará el hombre a parte de un aparato y su cuenta no le saldrá jamás en la práctica.
He aquí otro ejemplo, para la mejor comprensión: Durante la visita a una fábrica de conservas de pescado, el jefe explicó con orgullo las mejoras que había introducido. Las latas eran transportadas hasta las mesas de embalaje automáticamente, mediante una construcción muy ingeniosa. Las mesas de trabajo disponían de enjuague automático. Las rejillas para los pies estaban dotadas de calefacción. Las latas a llenar eran colocadas por una depresión a una altura que permitía durante el trabajo una postura no fatigosa. Y muchas cosas más. Al preguntarle si podía indicar hasta qué punto participaban estas instalaciones en el aumento de la producción que registraba la fábrica, declaró que estas instalaciones no eran lo esencial, que lo mucho más importante era que todo camarada de trabajo sintiera constantemente en la fábrica que él, el jefe, se esforzaba en conseguir todas estas facilidades de trabajo. Cuando las mujeres veían cómo él mismo examinaba personalmente el trabajo, se daban cuenta de que había quien cuidaba de su bienestar, y entonces trabajaban voluntariamente más, para justificar la confianza. Entonces se interesaban tanto por las innovaciones, que hacían uso de ellas con todo celo.
No se ha de suponer, de ninguna manera, que la organización "Belleza del trabajo" haya sido creada solamente con el fin de conseguir un aumento de la producción, pues la "belleza del trabajo" fue reclamada ya mucho antes que resultara necesario el gran aumento de la producción de la economía alemana. Pero cuando esta necesidad surgió antes de la guerra y durante ella, resultó que no solamente la institución "Belleza del trabajo", sino también el nuevo espíritu que se había formado en relación con ella en las fábricas constituían la mejor de ‑las bases para el aumento de la producción. Pues "Belleza del trabajo" no había sido nunca un objetivo egoísta, ni había sido establecida como cálculo para alcanzar mayores beneficios económicos, sino única y exclusivamente para favorecer al trabajador alemán.
Después de haber citado los primeros trabajos de limpieza y descombro en las fábricas y talleres, hemos descrito algunos ejemplos para dar una idea de la magnitud del concepto "Belleza del trabajo", únicamente con el fin de demostrar que el hombre se encuentra en el centro de todos estos esfuerzos. Ahora vamos a hablar de algunas campañas de propaganda y de la labor de la organización nacional socialista "Belleza del trabajo" en determinados dominios, para volver luego al final sobre las misiones arquitectónicas. Pues, aunque la principal misión de la organización en los primeros años fue la de mejorar en todo lo posible las fábricas y talleres existentes, el objetivo capital ha de ser ahora la creación de nuevos edificios ejemplares, para demostrar con ellos el ideal de la fábrica alemana.
Luz y aire
Así como el orden y la pulcritud son las bases necesarias del sitio donde cada uno trabaja existen otros elementos que pueden mejorar las condiciones del mismo.
Fototécnicos alemanes y la industria fototécnica alemana han establecido, en muchos años de trabajo, principios a los cuales se ha de atener el alumbrado de los talleres con el fin de proteger el gran tesoro del hombre, sus ojos. No se trata solamente de crear buenas condiciones de alumbrado artificial, sino también de conseguir una luz diurna conveniente. Pero todos estos buenos y bellos principios eran observados raras veces, por lo que se impuso la necesidad de asociar la teoría a la práctica, o sea, de hacer nuevos ensayos, para poder llevar a todo taller un buen alumbrado. Con ayuda de impresos de enseñanza, de películas y conferencias de propaganda y, no por último, de una red de centros de consulta extendida por toda Alemania, fueron convencidos los jefes, maestros y personal de las fábricas y talleres, de la necesidad de establecer condiciones irreprochables de alumbrado. De esta manera desaparecieron casi de todas partes las bombillas eléctricas descubiertas con pantalla de lata esmaltada. Se estudiaron y construyeron lámparas apropiadas para diversas ocupaciones y sitios de trabajo. La importancia de un buen alumbrado diurno, el establecimiento de los sitios de trabajo en proporción correcta con las ventanas, el montaje adecuado de las lámparas en la estancia y las medidas apropiadas para evitar el deslumbramiento, todo esto se estudió y se recomendó a las fábricas y talleres después de su esmerada comprobación y, lo que es particularmente importante, se aprovechó y se observó en gran escala. Todos estos principios del buen alumbrado de los lugares de trabajo fueron mantenidos igualmente cuando la guerra obligó al oscurecimiento exterior de fábricas y talleres. "Alumbrar por dentro ‑ oscurecer por fuera" llegó a ser el lema durante el trabajo de guerra.
De igual importancia para el bienestar y la salud del trabajador es el establecimiento de buenas condiciones de ventilación en las fábricas y lugares de trabajo. También en este terreno se han hecho extensas investigaciones e innumerables ensayos. Ya en la parte arquitectónica de los recintos de trabajo se puede y debe tener en consideración una buena ventilación. Se ha de cuidar de que la ventilación sea constantemente buena y evitar las corrientes de aire. En muchos sitios de trabajo es necesario dar salida directamente a los gases y el polvo. En muchas fábricas es preciso montar instalaciones termógenas, que aporten aire frío cuando hace calor y aire caliente cuando hace frío. En este terreno, la industria alemana ha desarrollado instalaciones nuevas y prácticas, en parte también con la colaboración de la organización "Belleza del trabajo".
En el dominio del buen alumbrado y de la buena ventilación, ha ocupado la organización "Belleza del trabajo" un puesto de mucho éxito como mediadora, pues ha cuidado de que tengan entrada en las fábricas y talleres los buenos y útiles artículos de las industrias fototécnica y aerotécnica y ha señalado las necesidades particulares del trabajador en este dominio, consiguiendo así a la vez que la industria haya podido desarrollar otros aparatos y otras instalaciones del mayor provecho para estos fines.
Limpieza y salud
Todas estas mejoras fueron guiadas por el empeño de proporcionar las mayores facilidades posibles al hombre en su centro de trabajo. Mas el cuidado del hombre en su taller u oficina ha de extenderse también a otras comodidades que puedan aumentar su bienestar corporal y espiritual, en primer lugar a vestuarios, lavabos, cuartos de baño, retretes e instalaciones sanitarias. Una gran campaña, bajo el lema "Gente limpia en taller limpio", dio por resultado que hasta los talleres más modestos instalaran algunos cuartos con lavabos, duchas y baños. A iniciativa de la Organización, desarrolló la industria instalaciones especiales de lavabos y además se exigió la separación del cuarto de aseo del vestuario. En algunas empresas en que es inevitable el trabajo sucio, como en las de minería, se estudió exactamente y se incluyó en un sistema práctico el problema del cambio de ropa, de la debida conservación de la ropa de calle y del lavado y la manera de guardar la ropa de trabajo. Así se llegó a la instalación de los llamados "caminos en blanco y negro" en las empresas de minería, denominación debida a que el trabajador tiene que recorrer el mismo camino desde su entrada con la ropa limpia de la calle hasta que se pone la ropa de trabajo, pasando por cuartos de aseo. A la vuelta tiene que pasar además por un camino de irradiación, durante el que es irradiado con luz ultravioleta.
Huelga decir que en determinadas empresas se han previsto medidas especiales, por sus particulares condiciones de trabajo, etc., p. ej., en la navegación marítima. En ésta, los hombres tienen que vivir durante semanas y semanas en el barco, por lo que se ha reclamado y conseguido que el simple marinero lo mismo que el oficial dispongan de camarotes y cuartos de reunión cómodos y agradables.
Un gran espacio en el organismo de las empresas de hoy lo ocupan asimismo los jardines y los campos deportivos. Durante los descansos y después del trabajo, obreros y empleados se pueden dedicar a la cultura física. Por eso encontramos hoy en muchas empresas piscinas de natación al aire libre o cubiertas, y campos especiales donde los equipos de trabajo se reúnen para celebrar determinadas solemnidades. Los jardines han sido instalados no sólo en el suelo, sino también en tejados y verandas, y es frecuente ver durante el descanso del mediodía, después de comer, hombres y mujeres descansando en bancos y sillas.
No es posible describir aquí en todos sus pormenores el desenvolvimiento alcanzado por las instituciones sociales en las empresas alemanas, desenvolvimiento considerado hoy como la cosa más natural del mundo. A la obra de reforma perteneció también el embellecimiento y mejora de las entradas a las fábricas, de las calles de acceso, y en general el embellecimiento arquitectónico y de jardinería. Por lo tanto, el camino de los trabajos de la organización "Belleza del trabajo" condujo por sí mismo a que se dedicara particular atención al problema del edificio industrial; la Organización misma presentó entonces ejemplos de instalaciones industriales en las que se observan todos los pormenores necesarios para el bien del trabajador y representan organismos grandes y bellos en los que las instalaciones sociales y los recintos de trabajo forman un todo armónico de nueva belleza.
Salas de reunión y casas de recreo
Hasta ahora no hemos manifestado que gracias a la .reforma social formidable ha sido posible, en la mayoría de los casos, ofrecer al trabajador una comida caliente al mediodía. En casi todas las industrias se han instalado cocinas modernísimas y donde esto no ha sido posible, como en las empresas pequeñas, se utilizan los servicios de una cocina central que prepara la comida para muchas industrias a la vez. Este desarrollo trajo consigo la necesidad de disponer para el trabajador de piezas especiales en las que pudiera tomar sus comidas durante los descansos, ya que la costumbre de traer su comida de casa al sitio mismo de trabajo, no contribuye a fomentar la actitud moral que merece el trabajador alemán.
A esta exigencia, basada más bien en consideraciones prácticas, se añadió pronto la idea de crear una pieza que sirviera principalmente de sala de desayuno, que fuera un lugar de recreo y un sitio en el que se pudiera reunir todo el personal. Estas ideas e incentivos se llevaron a las empresas, a los jefes de talleres y a los trabajadores mismos. No cabía hacer mucho más, pues no se querían imponer pretensiones jurídicas, toda vez que la realización tenía que ser voluntaria, por considerarse éste el único suelo en el que podrían madurar estas ideas. Esta fe en la fuerza sana y creadora y en la buena voluntad, no experimentó desengaño, y si se necesitara una prueba más de que la idea nacionalsocialista ha despertado nueva confianza precisamente en los hombres de las empresas industriales, ahí están, como testimonio elocuente, las muchas creaciones e instalaciones de las colectividades de trabajo.
La casa de recreo de la empresa industrial alemana no es un tipo basado en ordenanzas ni en normas arquitectónicas. Cada empresa tiene su carácter y otras condiciones para la ilustración de la colectividad. Las medidas y la situación de los edificios y piezas dependen de las condiciones locales, de la extensión de los talleres, de la situación de las viviendas, de las costumbres locales y de la situación en la campiña Pues para la gran ciudad rigen otras condiciones que para una región campestre. Para la cantera se tendrán que considerar otras necesidades que para un edificio de administración, pues no se trata solamente de levantar edificios, sino que éstos han de responder a una necesidad, han de cumplir un fin y han de ser un hogar digno para la colectividad. Así una construcción de esta naturaleza sirve a una gran misión, pues como hogar de una colectividad tiene que ser su medio y su marco. Es preciso que forme con su vida un todo indisoluble y sea hacia fuera un signo simbólico de ella.
Al mismo tiempo será una parte de la casa y una parte de la campiña en que se encuentre. Pero esto no se ha de entender solamente en sentido exotérico, sino también en el contrario, en el esotérico. El edificio ha de pertenecer a las gentes que viven y trabajan en esta campiña, y la vida en esta casa las ha de arraigar todavía más al país.
Así sucede que en estas casas de recreo se observa a veces sorprendente riqueza en tradicionales motivos y formas de construcción que muchos consideraban perdidos. Por todas partes se emplean los materiales del lugar en la antigua disposición. Esto no tiene nada de común con un falso romanticismo, camino por lo demás no recomendado. Se ha demostrado que los hombres que trabajan en tales empresas están más íntimamente unidos a sus campiñas de lo que todos suponíamos. Y se advierte también que los trabajadores, sean cuales fueren los materiales que trabajan, se dan debida cuenta del trabajo de los artesanos y del constructor del edificio.
Siendo las piezas y casas una parte de la empresa a que pertenecen, será necesario que las mismas armonicen con la arquitectura de los edificios de los talleres y de la administración. Pero en su exterior se distinguirán, no obstante, por su carácter particular. Hoy es la cosa más natural del mundo que una empresa industrial tenga sus salas de reunión. Una casa dedicada a la industria y el comercio no se compone solamente de salas de trabajo y oficinas de administración, sino también de una sala de reunión, de vestuarios y lavabos, de instalaciones de recreo y deporte al aire libre y de un campo de grandes reuniones. Estas son partes orgánicas y hoy necesarias de una empresa industrial en la Alemania nacionalsocialista. Lo mismo que las piezas y los edificios destinados a la administración y a la fabricación se han de encontrar instalados en el debido orden orgánico, en igual forma han de estar debidamente ordenados los lugares de la colectividad, en armonía correcta y natural con el conjunto de la planta de la fábrica. En todo proyecto de fábrica estarán estos nuevos elementos en el lugar que les corresponde.
La colaboración del trabajador en la construcción de estas casas suyas y en la instalación de salas de recreo en las empresas en que por falta de espacio o por otros motivos no se pueda pensar por de pronto en una construcción especial, no se extiende solamente a la colaboración voluntaria en los trabajos de urbanización y construcción, sino también a dar consejos, a presentar ideas y a exponer deseos. Las deliberaciones de los hombres del Consejo de Confianza con los jefes de servicio, las consultas de los trabajadores entre sí, todo esto pertenece al acontecimiento del proyecto y de la ej . ecución de la construcción, al cual toman parte todos los que trabajan en la casa correspondiente. Ninguno quiere quedarse atrás, cada cual contribuye con algo y así se consigue mucho que habría podido parecer al principio un sueño temerario. Estos gratos tiempos con su buen humor, quedan en la memoria de todos y su recuerdo se une para siempre al edificio ya terminado.
La organización "Belleza del trabajo", con su Sección de Arquitectura, ha construido en los últimos años algunas Casas de Recreo de fábricas, con el fin de ofrecer líneas directivas generales con estos "edificios tipos". Estas líneas no se han de extender a elementos externos, sino al carácter arquitectónico. Para la instalación se desarrollaron diversos modelos, que construyen las industrias y oficios correspondientes. Así se idearon modelos de mesas, asientos, armarios, lámparas, etc. Igualmente se proyectaron percheros, correderas para cortinas y otras pequeñeces, de modo que se dispone de un surtido abundante. Pero no ha sido la intención de la organización "Belleza del Trabajo" el introducir tipos determinados o llegar a una reglamentación estrecha en el dominio de la instalación interna. Estos modelos, lo mismo que los edificios "tipo", sólo pretenden servir de guía o dar una idea de lo que se desea. Ante todo se ha perseguido la mayor solidez posible de la construcción. Estos modelos han merecido mucha aceptación y se encuentran por todas partes en las nuevas salas de reunión. También se advierte muchas veces que han sido creados de nuevo objetos análogos, que concuerdan con los modelos en intención y carácter. Ha llegado a ser una buena costumbre el consultar a los artesanos de la localidad, para la instalación de las piezas. Pero también los trabajadores de la casa colaboran a menudo precisamente en la instalación interior de las habitaciones. Muchas veces se construyen en los propios talleres lámparas, picaportes o la caja de la radio.
La sala de reunión y las instalaciones de la colectividad dependen, desde luego, en su extensión y tamaño de la naturaleza e importancia de la casa y del número de personas ocupadas en ellas, pero las mismas se han de encontrar en toda empresa industrial. Hasta en el más pequeño de los talleres puede haber una instalación modesta de esta clase, como se advierte en muchas empresas pequeñas, en las que se encuentran con frecuencia un campo de deportes, un jardín, un comedor y lavabos y vestuarios. Y de alguna manera se habrá cuidado entonces de crear con pocos medios un recinto instalado de tal manera que se pueda celebrar en él una pequeña fiesta o una reunión especial de la colectividad. Pero en todas las empresas, grandes y pequeñas, se piensa en la ampliación y en la mejora, y por todas partes se nos habla de proyectos y de posibilidades y se pide el consejo del ponente de la organización “Belleza del trabajo". Todo esto demuestra que los trabajadores se sienten en su fábrica en su casa, que el taller no es ya el lugar de esclavitud, sino su mundo, su taller, que les pertenece a ellos y que ellos se forman a su gusto.
El Dr. Ley, jefe de la Organización del Reich, ha nombrado el año pasado centros de recreo durante el tiempo libre “Fuerza por alegría" a varios restaurantes y locales de reunión de pueblos y ciudades, particularmente adecuados para fiestas y reuniones colectivas, Entre ellos se encuentran algunas Casas de Recreo de fábricas, principalmente las que se encuentran en el campo o en lugares donde ofrecen la única posibilidad para la reunión de gran número de personas para la celebración de una fiesta o de una junta. Estos centros destinados al tiempo libre están dotados de salas, escenario y buenos guardarropas. Representan una forma ampliada de la casa de recreo, están al servicio de una colectividad de importancia y son el centro de la nueva vida social. Con tal nombramiento y distinción se amplía la idea de la Casa de Recreo al mayor concepto del Centro de fiestas y solemnidades. En todas partes donde la comunidad se erige un monumento visible en espacio y construcción, se desarrollan también nuevos usos y nuevas costumbres de vida.
Un nuevo estilo de vida
"Honrad el trabajo y respetad al trabajador" dice una sentencia de Adolf Hitler, que se ve escrita en grandes letras en muchos talleres. En la Alemania de hoy todo el mundo es un trabajador, sea cual fuere el puesto que ocupe: ministro, director, artesano, artista, cerrajero, escribiente o embalador. Otra sentencia del caudillo de Alemania dice: "De ahora en adelante sólo habrá una nobleza, la nobleza del trabajo". Así ha quedado demostrado que el matiz proletario del concepto "trabajador" y la actitud de lucha frente a otra clase social, se han borrado para siempre en Alemania. Así han dejado de tener razón de ser y han caído en el olvido todas las tentativas literarias de construir una Cultura proletaria. En Alemania no hay más que una cultura y una forma de vida, las del hombre alemán. Es de comprender que de todos los esfuerzos encaminados a transformar el taller en una célula vital de la comunidad, tenía que resultar un estilo de vida del trabajador alemán. Tal como ha desaparecido la fábrica romántica, pero sucia y abandonada, igualmente ha dejado de existir aquella figura que se solía representar como prototipo del trabajador internacional como producto de la lucha de clases en los carteles electorales, el hombre con la mirada extraviada y melancólica, con el traje destrozado, que habita con sus hijos hambrientos y su mujer que se queja eternamente en una miserable barraca. Todos los extranjeros que han pasado por Alemania, han manifestado siempre haberse visto sorprendidos de que el trabajador alemán fuera tan bien vestido, con cuello blanco, con corbata y con buen calzado. Así ha sido siempre el trabajador alemán y cuando careció de lo más necesario por la miseria y el paro, no por ello padecieron menoscabo su amor a la limpieza ni su anhelo de valores más elevados.
Hoy el trabajador oye música de alto valor en la gran sala de reunión de su fábrica, exposiciones artísticas llegan a él, a la fábrica, y come en buena vajilla, en comedores artísticos y amueblados y decorados con gusto exquisito. En el campo deportivo de la fábrica se dedica a los deportes, lee los libros de la biblioteca de la fábrica y oye conferencias sobre su oficio y sobre temas generales. Así empieza en el taller una obra de educación e ilustración que influye sobre su espíritu, sobre sus sentimientos artísticos y sobre su gusto.
Todo esto no deja de tener influencia sobre la estructuración de su vida personal, sobre su hogar, sobre sus costumbres y sobre sus modales. Con esto entra en vías de realización algo grande, o sea, el desarrollo de un nuevo estilo de vida del trabajador alemán, que empieza en el taller, donde él forja valores para la comunidad. La eterna correlación del hombre y el ambiente, se manifiesta en este proceso del desarrollo de un nuevo estilo de vida. El lugar del trabajo no es el lado sombrío de la existencia, sino una parte del espacio vital. La unidad armónica de la vida y el trabajo, la comunidad y el individuo, es la garantía del desarrollo de una forma nueva de vida, genuinamente alemana.
Por Wilhem Lotz
Reorganización del mundo del trabajo
En el Bosque de Turingia, apartada de toda vía de tráfico, se encontraba una vieja fábrica de vidrio. En otro tiempo, este establecimiento había dado pan y trabajo a centenares de familias. Pero en el año 1929 tuvo que cerrar sus puertas, a causa de la ruina económica, a igual que tantas otras fábricas y talleres. El 96 por ciento de la población de los plácidos valles de la comarca no volvió a encontrar trabajo. El desconsuelo y la miseria hicieron su aparición y las gentes echaron mano de los medios más singulares para expresar su desesperación. Entonces destruyeron el viejo edificio que un día les ofreció la posibilidad de sostener su pobre existencia, rompieron los vidrios de las ventanas, arrancaron las cañerías y los cables, y no dejaron más que el desnudo edificio de piedra gris. Su furia de destrucción la guiaba un odio ciego contra el centro de trabajo que les había sido quitado. Sabían que su proceder no servía de nada, pero no querían volver a ver el viejo y feo edificio en el que habían vertido tanto sudor en penoso trabajo.
Pocos años después, cuando hombres resueltos llamaron al orden y aconsejaron sensatez, cuando las ideas del Nacionalsocialismo se extendieron por el país, y cuando se supo que un nuevo Gobierno con fuerza nueva y verdadera comprensión de las necesidades del trabajador alemán había tomado el timón de la abandonada nave del Estado, también los hombres de la montaña cobraron ánimos de nuevo. Todavía reinaba gran confusión en Alemania, pero Turingia había sido la primera región alemana convertida al Nacionalsocialismo y podía empezar la obra de reconstrucción. En la región en que se encontraba la vieja fábrica de vidrio, se fundó una comunidad de trabajo. Llegaron algunos pedidos, los carpinteros empezaron a hacer muebles, algunos hombres que sabían del oficio de sastre confeccionaron uniformes ayudados por las mujeres, se fundieron plaquetas de vidrio y la comunidad de trabajo se sintió pronto lo bastante fuerte para adquirir la ruinosa y medio destruida fábrica de vidrio. Aquí, en este edificio, querían reunir los hombres todos los talleres, que hasta entonces se encontraban repartidos en cinco lugares diferentes a distancias de 30 kilómetros. Y lo que estos hombres habían proyectado en sus duras cabezas, lo consiguieron. Con trabajo voluntario fueron construidos nuevos talleres dentro de los viejos muros, todo en sencilla construcción de madera, pero todo claro y práctico. Principalmente, estos lugares de trabajo tenían que ser bellos, y no feos y lóbregos como los antiguos.
Se podría suponer que con este género de ayuda propia sólo se habría construido lo más necesario y que no habría habido dinero para lo demás. Al contrario, precisamente las cosas que al observador superficial le habrían podido parecer superfluas, innecesarias y caras, fueron ideadas y realizadas aquí con particular amor y esmero. Así fue construida una hermosa sala de reunión; siguieron lavabos y hasta una piscina de natación, y cuartos bien amueblados para los miembros del personal que tenían que vivir en la casa. Por todas partes se colgaron cuadros buenos y se inscribieron sentencias, en fin, en estos nuevos lugares de trabajo se tuvo consideración con el hombre, con su bienestar y con su sensibilidad a las cosas bellas. Trabajadores montaron aquí ellos mismos los lugares de trabajo tales como ellos se los imaginaban, como ellos los querían.
Por lo tanto, esta obra realizada en el Bosque de Turingia, desde luego pequeña dentro de la reorientación de las empresas industriales alemanas, tiene sin duda alguna gran significación simbólica. En el lugar de un taller lóbrego, montado sólo con lo más necesario, sombrío y sin calor, sin otra finalidad que la de ganar dinero, entra ahora un pequeño organismo que es más que centro de trabajo, que representa un verdadero espacio vital para la comunidad de las personas que aquí trabajan.
Aquellos hombres que en sus apartadas aldeas de la montaña habían oído seguramente muy poco de las ideas de la 'belleza del trabajo', comprendieron honda y naturalmente el sentido de este nuevo concepto. Entre
la vieja y fea fábrica de vidrio, que no era mejor ni peor que la mayoría de aquellos pequeños establecimientos que los obreros solían llamar en Alemania "barracones ruinosos", y este nuevo centro de trabajo que los trabajadores habían hecho de ella, se encuentra una transformación muy honda, un cambio radical de los hombres y de sus ideas. Sin tan hondos cambios no habrían sido posibles los formidables éxitos alcanzados en el dominio de la "belleza del trabajo", como resultados del trabajo voluntario de los jefes y miembros de las empresas, pues ellos son la expresión y prueba de la reforma del mundo del trabajo en Alemania y de un orgulloso culto al trabajo y a la organización.
Frente a la teoría meramente materialista de que el trabajo es un mal necesario, se opuso la voluntad de librar al trabajo de todo rastro de maldición y conferirle el valor de un servicio honorífico. Todo trabajo útil es servicio a la comunidad del pueblo y por ello honroso. Y cuando todo miembro de la comunidad nacional se dé perfecta cuenta de que con su trabajo no solamente gana dinero para sí mismo, sino que al mismo tiempo ayuda a la comunidad y la fomenta en su bienestar y seguridad, entonces será cuando se habrá comprendido su valor ético supremo. Además, el trabajo de cada cual no puede tener objeto ni sentido y a la larga no puede aportar dinero ni otros valores, si no está ordenada la comunidad nacional. Cuando estas ideas llegaron por primera vez hasta la clase trabajadora, advirtió cada cual que con ellas se llegaba a una valoración completamente nueva pues en el fondo del alma del hombre alemán estaba, aunque enterrada en ideas y opiniones erróneas, la fe en su valor y el amor al trabajo, a un trabajo racional, útil para todos. El alemán siente alegría en el trabajo, en la creación y la organización; esto es algo que lleva en la masa de la sangre, y por eso comprendió sin necesidad de muchas palabras, sólo por los hechos, que irrumpía una nueva era.
También ha cambiado radicalmente la actitud ante la técnica y ante la máquina. El miedo a una técnica creciente, de finalidad propia, es tan erróneo como su negación absoluta y el huir de ella, o la maquinomanía. Cuando leemos leyendas y cuentos de tiempos lejanos, tropezamos con temas que parecen profecías de lo que hoy puede la técnica. Advertimos que la técnica es al fin y al cabo sólo un medio e instrumento para llevar a la realización antiguos sueños de la humanidad. Desde este punto de vista, este aparente poder con su ley propia se transforma en un simple instrumento de la voluntad, que está inseparablemente unida al hombre y dormitó siempre en su alma. Reconocemos hoy más que nunca que el hombre tiene que seguir siendo el amo de la máquina, la que tiene que servirle y ser obediente a su voluntad. Precisamente el hombre alemán se dedica a su trabajo con un sentimiento particularmente desarrollado por las cosas mecánicas y una poderosa inclinación a la organización técnica. La conveniencia de la técnica y de la máquina puestas al servicio del hombre, se advierte de una manera muy evidente en los hechos siguientes. Cuando el nacionalsocialismo llegó al poder, fueron paradas por de pronto casi todas las máquinas automáticas, para que entrara en su lugar el trabajo manual, en atención al gran paro que reinaba en todas partes. Pero en cuanto aumentó la demanda bajo la nueva vitalidad del pueblo y el consiguiente saneamiento de la economía, fue intercalada de nuevo racionalmente la máquina en el aparato de la producción, como auxiliar y facilitadora del trabajo. En el curso de nuestras observaciones veremos cómo el hombre fue colocado en el centro del mundo del trabajo y advertiremos cómo llegó a ser dueño de la máquina y del aparato técnico.
Esta nueva valoración del hombre como miembro de la comunidad y el esmerado cuidado de su espíritu y de su cuerpo, sólo podían surgir en una época en la que no fuera negado más el valor de la vida y el valor de esta existencia, sino en la que se viera algo bello en el trabajo y en la organización de la vida. Esta afirmación de la existencia y esta alegría de vivir, van paralelas con el respeto a los otros, a los camaradas, y especialmente a todos aquellos que trabajan, que como trabajadores del brazo y del cerebro ayudan a levantar la comunidad feliz del pueblo.
Belleza de los lugares de trabajo
Pero también la comunidad está obligada a hacerle a cada uno la vida todo lo bella y agradable que sea compatible con la actitud enérgica y varonil del pueblo alemán. Ningún placer blando, sino orgullosa alegría en lo que ofrece la vida de un gran pueblo, anima al espíritu que ha tomado estas medidas provechosas precisamente para el hombre que trabaja. Para el trabajador alemán es bueno precisamente lo mejor, suele decir el Dr. Ley, el creador del Frente Alemán del Trabajo. El trabajador tiene la posibilidad de viajar, de recrearse, de cruzar los mares en los barcos más hermosos, de disfrutar de las artes más bellas, de educarse, de instruirse y de aprender. Este es el sentido más hondo de las organizaciones "Fuerza por alegría", que el trabajador esté orgulloso de lo que le puede ofrecer la comunidad de la nación, a lo que él colabora, para producir y asegurar estos valores. Naturalmente, también en Alemania hubo muchas personas que al oír hablar por primera vez de "belleza del trabajo" exclamaron en seguida que el trabajo no había sido nunca bello ni podría llegar a serlo jamás. Desde este punto de vista, ya antes del advenimiento del nacionalsocialismo al poder se había hecho mucho en Alemania, y en otros países europeos, para mejorar la suerte y la vida del trabajador. Alemania poseía un seguro social muy elogiado en el mundo entero. Grandes empresas construían casas para sus empleados e igualmente había varias colonias y lugares de esparcimiento y veraneo para obreros y empleados. También había una protección contra accidentes del trabajo y en las empresas en que se realizaban trabajos peligrosos se disponía de medidas de seguridad. Pero cuando se analizaban objetivamente las razones que movían a tales empresas a tomar disposiciones de esa naturaleza, se comprobaba generalmente el predominio del egoísta motivo económico. Con las colonias para obreros se perseguía guardar para sí los buenos obreros especializados, se quería aumentar la producción y la ganancia, de modo que en realidad se trataba casi siempre de un cálculo capitalista envuelto en el manto social. Aquí era cuidado el hombre no como hombre, sino como máquina de trabajo. Además, estas organizaciones constituían casos aislados y se encontraban a lo sumo allí donde había mucho dinero.
Las instituciones benéficas de algunas casas americanas han llegado a ser conocidas por una abundante propaganda. Los grandes consorcios del Nuevo Mundo hablaban mucho de estas instituciones y las mostraban en sus prospectos como medios de propaganda, para demostrar sus grandes sentimientos sociales. Pero un examen más detenido demostraba aquí también que el trabajo era considerado y apreciado solamente como medio de ganar dinero. El trabajo era una cosa de la que no había que avergonzarse y hasta podía convenir el ufanarse de haber trabajado, pues sin el escalón del lavaplatos no debía haber ningún millonario. Pero, y esto era lo significativo, se vanagloriaba uno sólo después de haber conseguido algo, después de haber ganado dinero y alcanzado así una vida más cómoda.
Por eso las instituciones benéficas perseguían mejorar la situación del obrero principalmente en el tiempo libre, para que se advirtiera que el ganar dinero podía conducir a una buena vida.
Pero lo sucedido en Alemania desde 1933 no se ha limitado a algunas empresas fuertes, sino que se ha extendido a la totalidad de los talleres, de las fábricas de toda importancia, a las oficinas y a las administraciones, en fin, a todos los centros de trabajo. Ante todo había que mejorar y embellecer el trabajo mismo, pues de nada sirve embellecer y cuidar el tiempo libre, si el tiempo mucho más largo que el trabajador pasa en el lugar de trabajo es para él un tormento en un medio indigno. Con esto no se puede elevar su orgullo, así no es posible demostrarle el valor de su trabajo.
Cuando se emprendió la misión de embellecer los talleres y lugares de trabajo, surgió el peligro de introducir con este embellecimiento un elemento extraño en los centros de trabajo, pues ¿es que podía haber alguna belleza en un taller o en la sala de una fábrica?
Hay talleres que son realmente bellos. Viejas herrerías de aldea, talleres de grabado en madera perdidos en la montaña y antiguos molinos, tienen su encanto peculiar. Son bellos a su manera, porque tienen una atmósfera propia, porque se siente en ellos el espíritu del artesano y el amor con que en ellos se trabaja. Mas aquí se encuentran la belleza y el romanticismo de un tiempo pasado. Y si se analiza en estos lugares si el alumbrado es bueno o si se han tenido en cuenta las exigencias de la higiene, se advierte en seguida que esta soñadora belleza no podría ser modelo para lo que hoy se persigue. Sólo en una cosa está aquí lo ejemplar: en el amor y el cuidado que se pone en todo, en la humanidad que aquí nos rodea. ¿Dónde se encuentra la nueva belleza? El mundo de las chimeneas humeantes y de los altos hornos en actividad, y el romanticismo de la industria, se han cantado y representado muchas veces. Desde luego, causa gran impresión la gigantesca visión de la incansable actividad en la región del Ruhr y en otros centros de la industria alemana. Pero la sombría grandeza de estos cuadros no está ya conforme con nuestra idea de los centros donde deben trabajar hoy los hombres. Dentro de algunos años estos lugares tendrán un aspecto muy diferente, su romanticismo habrá desaparecido. La semioscuridad de las salas cede cada día más a la claridad, las humeantes chimeneas son sustituidas por instalaciones que no despiden humo ni polvo, ni ennegrecen la comarca. La sombría y fea belleza del humo habrá pasado pronto, sentida sólo en el ánimo del observador que disfruta en ella inconscientemente el contraste con su propia existencia bien cuidada.
La nueva belleza del trabajo, en cambio, ha de ser sentida por los hombres que trabajan en la fábrica.
Orden y pulcritud
La primera condición para la "belleza del trabajo" es la eliminación de todo lo feo, ante todo, de la suciedad y la basura. Herramientas, utensilios, materiales y artículos de almacén, estarán siempre en el orden debido y a mano. Por eso los primeros trabajos exigidos de las fábricas y talleres por el servicio "Belleza del trabajo" después de su fundación en el año 1934, fueron medidas de descombro y limpieza. El alemán lleva en la sangre un pronunciado sentimiento de orden y limpieza, de modo que estos requisitos fueron cumplidos en todas partes pronto y con gusto. Por todas partes se reunió el personal después del trabajo, para tomar escobas y palas y despejar y limpiar concienzudamente los talleres. Con toda intención se exigió que estos trabajos fueran voluntarios. Directores, jefes de servicio, ingenieros, obreros y aprendices, competían unos con otros en la limpieza de sus centros de trabajo. Así desaparecieron escombros y basuras de los patios de las fábricas y las calles de éstas quedaron limpias y cuidadas. Las paredes fueron pintadas de nuevo, para que los recintos tuvieran más claridad y recalcaran su limpieza. Se quitaron los viejos carteles y letreros, se colocaron en orden práctico las herramientas y sobre todo desaparecieron en seguida los vidrios sucios; los vidrios opacos fueron sustituidos por otros claros, pues el trabajador tenía derecho a disfrutar de vista libre durante su trabajo. En el sistema antiguo se creía que tal vista podía distraer del trabajo. Pero el trabajador alemán está educado en el trabajo y en el sentimiento del deber, y la breve mirada que se permite desde la ventana durante el trabajo le anima y así no tiene ya la impresión de encontrarse ante la máquina como un preso. Fuera de estos primeros trabajos de limpieza y orden, se procuró embellecer los recintos mediante toda clase de pequeñeces agradables a la vista: aquí se pusieron flores, allí se pintaron sentencias en las paredes y allá fuera en el patio se plantaron pequeños jardines y cuadros de flores.
El hombre como medida
Lo que se ha desarrollado hoy de estas primeras medidas es el convencimiento, transformado en acción, de que una empresa industrial no consiste solamente en talleres y almacenes, sino que forma un organismo en el que junto al grupo de los recintos de las máquinas e instalaciones de transporte han de tener su debido lugar aquellos espacios que pertenecen al hombre por el fenómeno vital y por las necesidades psíquicas y físicas. Nos referimos en primer lugar a los lavabos, a las salas de reunión, a las plantas de recreo, a los campos de deportes y a otras cosas de que hablaremos más adelante. El taller ha llegado así a ser un espacio vital para la comunidad que en él trabaja. En el plano de un edificio nuevo de esta naturaleza se incluyen no solamente las medidas corporales del hombre en la posición de trabajo y el curso del trabajo, sino el mundo vivo de su comunidad da nuevas medidas para la estructuración, y estas medidas se tienen en cuenta en el plano. Este viene a ser así la expresión de una idea de orden y de una voluntad para aquel que sabe leer planos. Más adelante se compararán los planos de las fábricas de ayer y las de hoy, para demostrar cómo se cuidaba antes de los hombres y de las máquinas humanas, y cómo se atiende ahora al hombre que trabaja, que domina a la máquina, a un ser con alma, al camarada.
Fue necesario, por lo tanto, imponer estos nuevos conceptos del hombre que trabaja en el taller, y del taller, como espacio vital de una comunidad a las personas responsables de la estructuración y construcción de las fábricas alemanas: a los jefes de servicio, a los ingenieros de talleres y sobre todo a los arquitectos que se dedican a la construcción de edificios industriales.
En un arrabal de Berlín se encuentra una fábrica que no solamente tiene una chimenea dorada ‑ de mosaicos dorados ‑ sino que presenta ventanales y torreones
como un castillo medieval. Al leer en las actas de la fábrica que su constructor fue nada menos que Schwechten, el arquitecto de la Iglesia Kaiser‑Wilhelm‑Gedächtniskirche, sorprende que una personalidad tan destacada ejecutara ya en aquel entonces una construcción industrial. Mas ¿qué pensarían los trabajadores de aquellos tiempos al ver que les era ofrecido un castillo feudal como centro de trabajo? Seguramente lo miraron como un engaño y no pudieron llegar a sentirse a gusto en él.
Hoy vuelven a ser encargados de la construcción de fábricas y talleres arquitectos de significación y prestigio, y el trabajador reconoce que estos edificios están cimentados en el respeto al trabajador y que son expresión elocuente de la importancia que tiene su trabajo.
No es ciertamente lo principal que tenga un gran nombre el arquitecto que construye al trabajador su centro de trabajo, esto no tiene importancia, pero no es indiferente que el arquitecto haga su plano como mero encargado de un constructor más o menos ambicioso o sintiéndose como encargado de los compañeros de trabajo, cuyo carácter, valor y necesidades ha de entender.
La fábrica de la chimenea dorada fue seguramente, en aquel entonces, un caso aislado, pues sabemos muy bien qué edificios tan miserables, feos y sucios se construían en aquellos tiempos. Pero, al igual que los "barracones ruinosos”, aquellos feos y descuidados talleres, odiados por los obreros, demuestra la falta de todo contacto entre el edificio y el trabajador.
Ya hemos dicho que el hombre como medida de todas las cosas, tiene también influencia capital en la estructuración de los centros del trabajo. El sitio de trabajo tiene que armonizar con las medidas corporales, lo mismo que la silla de trabajo, los focos del alumbrado, la colocación de las máquinas y la disposición de las herramientas. Todo ha de estar relacionado con las medidas principales del cuerpo humano: los guardarropas, la altura de los grifos sobre los lavabos y sumideros, la forma de las mesas y sillas en las salas de reunión y descanso, etc. Pero el hombre no es un ser exclusivamente corporal, pues vive, piensa, ve y siente. Esto le diferencia de las máquinas. Necesita aire, precisamente aire bueno en la estancia, y necesita luz, pero no sólo la necesaria para poder trabajar, sino una luz suficiente y tan buena como lo exija la salud de sus ojos y de sus nervios. Para mantener sano su cuerpo necesita también el cuidado corporal, necesita la posibilidad de lavarse, necesita comida y comedores, lo mismo que necesita salas de descanso y de reunión para su recreo.
En una importante fábrica del Extranjero, en la que se elaboran productos químicos y técnicos de calidad, se encuentra una disposición de los sitios de trabajo que a primera vista causa extrañeza La labor exige que en grandes salas sean realizados por muchas mujeres trabajos de control y clasificación. Estas mujeres están sentadas las unas al lado de las otras en departamentos separados, teniendo delante y a los lados paredes de separación a la altura del cuerpo. El jefe del servicio declaró que sin esta separación las mujeres se estorbaban mutuamente con charlas y miradas, con lo que se distraían del trabajo. Por consiguiente, aunque a disgusto, se había tenido que optar por esta medida.
Naturalmente, también en las fábricas de Alemania se realizan algunos trabajos delicados de comprobación que conviene sean hechos en departamentos aislados. Pero el trabajo que se realiza en dicha fábrica del extranjero se haría en Alemania por todas partes en talleres descubiertos, por ejemplo, en serie en la mesa giratoria. La medida que a los alemanes nos causa allí tanta extrañeza se explica por la clase de los trabajadores. La fábrica se encuentra en una región en la que no existe tradición alguna de trabajo industrial. Los trabajadores son como los caballos salvajes, que se tienen que ir acostumbrando poco a poco, a través de generaciones, a la naturaleza y a la marcha del trabajo. El visitante alemán advierte así con qué requisitos naturales puede contar en su camarada alemán de trabajo, el que por el carácter social heredado y por la tradición y la educación sabe apreciar debidamente el valor y la finalidad del trabajo. El aumento de la producción, que se consigue allí con medidas que nosotros no necesitamos, se ha de conseguir, y sólo se puede conseguir, entre nosotros, con el hombre exclusivamente. A él se lo hemos de pedir, lo que sólo podremos hacer después de haberle convencido de la necesidad social y política de lo que esperamos de él. El hacerle reflexiones y comprender, y proceder en consecuencia, es de más importancia que todas las medidas técnicas, las cuales, por lo demás, sólo son necesarias cuando se han desarrollado de conformidad con el importante factor "hombre". De otro modo no tendrá valor la organización técnica ni la mejora del proceso del trabajo. Exactamente de la misma manera, el jefe de servicio de la fábrica extranjera tuvo que tomar sus medidas en vista de la voluntad negativa, aunque sólo provisionalmente, del hombre.
Con este ejemplo se ha querido demostrar que en una empresa se puede alcanzar todo rendimiento únicamente cuando se encuentran bien adaptadas y armonizadas todas las partes que forman el organismo constituido por el hombre, la máquina o la herramienta y el proceso del trabajo. Todo jefe de servicio que vea solamente un mecanismo en estas partes engranadas las unas a las otras, rebajará el hombre a parte de un aparato y su cuenta no le saldrá jamás en la práctica.
He aquí otro ejemplo, para la mejor comprensión: Durante la visita a una fábrica de conservas de pescado, el jefe explicó con orgullo las mejoras que había introducido. Las latas eran transportadas hasta las mesas de embalaje automáticamente, mediante una construcción muy ingeniosa. Las mesas de trabajo disponían de enjuague automático. Las rejillas para los pies estaban dotadas de calefacción. Las latas a llenar eran colocadas por una depresión a una altura que permitía durante el trabajo una postura no fatigosa. Y muchas cosas más. Al preguntarle si podía indicar hasta qué punto participaban estas instalaciones en el aumento de la producción que registraba la fábrica, declaró que estas instalaciones no eran lo esencial, que lo mucho más importante era que todo camarada de trabajo sintiera constantemente en la fábrica que él, el jefe, se esforzaba en conseguir todas estas facilidades de trabajo. Cuando las mujeres veían cómo él mismo examinaba personalmente el trabajo, se daban cuenta de que había quien cuidaba de su bienestar, y entonces trabajaban voluntariamente más, para justificar la confianza. Entonces se interesaban tanto por las innovaciones, que hacían uso de ellas con todo celo.
No se ha de suponer, de ninguna manera, que la organización "Belleza del trabajo" haya sido creada solamente con el fin de conseguir un aumento de la producción, pues la "belleza del trabajo" fue reclamada ya mucho antes que resultara necesario el gran aumento de la producción de la economía alemana. Pero cuando esta necesidad surgió antes de la guerra y durante ella, resultó que no solamente la institución "Belleza del trabajo", sino también el nuevo espíritu que se había formado en relación con ella en las fábricas constituían la mejor de ‑las bases para el aumento de la producción. Pues "Belleza del trabajo" no había sido nunca un objetivo egoísta, ni había sido establecida como cálculo para alcanzar mayores beneficios económicos, sino única y exclusivamente para favorecer al trabajador alemán.
Después de haber citado los primeros trabajos de limpieza y descombro en las fábricas y talleres, hemos descrito algunos ejemplos para dar una idea de la magnitud del concepto "Belleza del trabajo", únicamente con el fin de demostrar que el hombre se encuentra en el centro de todos estos esfuerzos. Ahora vamos a hablar de algunas campañas de propaganda y de la labor de la organización nacional socialista "Belleza del trabajo" en determinados dominios, para volver luego al final sobre las misiones arquitectónicas. Pues, aunque la principal misión de la organización en los primeros años fue la de mejorar en todo lo posible las fábricas y talleres existentes, el objetivo capital ha de ser ahora la creación de nuevos edificios ejemplares, para demostrar con ellos el ideal de la fábrica alemana.
Luz y aire
Así como el orden y la pulcritud son las bases necesarias del sitio donde cada uno trabaja existen otros elementos que pueden mejorar las condiciones del mismo.
Fototécnicos alemanes y la industria fototécnica alemana han establecido, en muchos años de trabajo, principios a los cuales se ha de atener el alumbrado de los talleres con el fin de proteger el gran tesoro del hombre, sus ojos. No se trata solamente de crear buenas condiciones de alumbrado artificial, sino también de conseguir una luz diurna conveniente. Pero todos estos buenos y bellos principios eran observados raras veces, por lo que se impuso la necesidad de asociar la teoría a la práctica, o sea, de hacer nuevos ensayos, para poder llevar a todo taller un buen alumbrado. Con ayuda de impresos de enseñanza, de películas y conferencias de propaganda y, no por último, de una red de centros de consulta extendida por toda Alemania, fueron convencidos los jefes, maestros y personal de las fábricas y talleres, de la necesidad de establecer condiciones irreprochables de alumbrado. De esta manera desaparecieron casi de todas partes las bombillas eléctricas descubiertas con pantalla de lata esmaltada. Se estudiaron y construyeron lámparas apropiadas para diversas ocupaciones y sitios de trabajo. La importancia de un buen alumbrado diurno, el establecimiento de los sitios de trabajo en proporción correcta con las ventanas, el montaje adecuado de las lámparas en la estancia y las medidas apropiadas para evitar el deslumbramiento, todo esto se estudió y se recomendó a las fábricas y talleres después de su esmerada comprobación y, lo que es particularmente importante, se aprovechó y se observó en gran escala. Todos estos principios del buen alumbrado de los lugares de trabajo fueron mantenidos igualmente cuando la guerra obligó al oscurecimiento exterior de fábricas y talleres. "Alumbrar por dentro ‑ oscurecer por fuera" llegó a ser el lema durante el trabajo de guerra.
De igual importancia para el bienestar y la salud del trabajador es el establecimiento de buenas condiciones de ventilación en las fábricas y lugares de trabajo. También en este terreno se han hecho extensas investigaciones e innumerables ensayos. Ya en la parte arquitectónica de los recintos de trabajo se puede y debe tener en consideración una buena ventilación. Se ha de cuidar de que la ventilación sea constantemente buena y evitar las corrientes de aire. En muchos sitios de trabajo es necesario dar salida directamente a los gases y el polvo. En muchas fábricas es preciso montar instalaciones termógenas, que aporten aire frío cuando hace calor y aire caliente cuando hace frío. En este terreno, la industria alemana ha desarrollado instalaciones nuevas y prácticas, en parte también con la colaboración de la organización "Belleza del trabajo".
En el dominio del buen alumbrado y de la buena ventilación, ha ocupado la organización "Belleza del trabajo" un puesto de mucho éxito como mediadora, pues ha cuidado de que tengan entrada en las fábricas y talleres los buenos y útiles artículos de las industrias fototécnica y aerotécnica y ha señalado las necesidades particulares del trabajador en este dominio, consiguiendo así a la vez que la industria haya podido desarrollar otros aparatos y otras instalaciones del mayor provecho para estos fines.
Limpieza y salud
Todas estas mejoras fueron guiadas por el empeño de proporcionar las mayores facilidades posibles al hombre en su centro de trabajo. Mas el cuidado del hombre en su taller u oficina ha de extenderse también a otras comodidades que puedan aumentar su bienestar corporal y espiritual, en primer lugar a vestuarios, lavabos, cuartos de baño, retretes e instalaciones sanitarias. Una gran campaña, bajo el lema "Gente limpia en taller limpio", dio por resultado que hasta los talleres más modestos instalaran algunos cuartos con lavabos, duchas y baños. A iniciativa de la Organización, desarrolló la industria instalaciones especiales de lavabos y además se exigió la separación del cuarto de aseo del vestuario. En algunas empresas en que es inevitable el trabajo sucio, como en las de minería, se estudió exactamente y se incluyó en un sistema práctico el problema del cambio de ropa, de la debida conservación de la ropa de calle y del lavado y la manera de guardar la ropa de trabajo. Así se llegó a la instalación de los llamados "caminos en blanco y negro" en las empresas de minería, denominación debida a que el trabajador tiene que recorrer el mismo camino desde su entrada con la ropa limpia de la calle hasta que se pone la ropa de trabajo, pasando por cuartos de aseo. A la vuelta tiene que pasar además por un camino de irradiación, durante el que es irradiado con luz ultravioleta.
Huelga decir que en determinadas empresas se han previsto medidas especiales, por sus particulares condiciones de trabajo, etc., p. ej., en la navegación marítima. En ésta, los hombres tienen que vivir durante semanas y semanas en el barco, por lo que se ha reclamado y conseguido que el simple marinero lo mismo que el oficial dispongan de camarotes y cuartos de reunión cómodos y agradables.
Un gran espacio en el organismo de las empresas de hoy lo ocupan asimismo los jardines y los campos deportivos. Durante los descansos y después del trabajo, obreros y empleados se pueden dedicar a la cultura física. Por eso encontramos hoy en muchas empresas piscinas de natación al aire libre o cubiertas, y campos especiales donde los equipos de trabajo se reúnen para celebrar determinadas solemnidades. Los jardines han sido instalados no sólo en el suelo, sino también en tejados y verandas, y es frecuente ver durante el descanso del mediodía, después de comer, hombres y mujeres descansando en bancos y sillas.
No es posible describir aquí en todos sus pormenores el desenvolvimiento alcanzado por las instituciones sociales en las empresas alemanas, desenvolvimiento considerado hoy como la cosa más natural del mundo. A la obra de reforma perteneció también el embellecimiento y mejora de las entradas a las fábricas, de las calles de acceso, y en general el embellecimiento arquitectónico y de jardinería. Por lo tanto, el camino de los trabajos de la organización "Belleza del trabajo" condujo por sí mismo a que se dedicara particular atención al problema del edificio industrial; la Organización misma presentó entonces ejemplos de instalaciones industriales en las que se observan todos los pormenores necesarios para el bien del trabajador y representan organismos grandes y bellos en los que las instalaciones sociales y los recintos de trabajo forman un todo armónico de nueva belleza.
Salas de reunión y casas de recreo
Hasta ahora no hemos manifestado que gracias a la .reforma social formidable ha sido posible, en la mayoría de los casos, ofrecer al trabajador una comida caliente al mediodía. En casi todas las industrias se han instalado cocinas modernísimas y donde esto no ha sido posible, como en las empresas pequeñas, se utilizan los servicios de una cocina central que prepara la comida para muchas industrias a la vez. Este desarrollo trajo consigo la necesidad de disponer para el trabajador de piezas especiales en las que pudiera tomar sus comidas durante los descansos, ya que la costumbre de traer su comida de casa al sitio mismo de trabajo, no contribuye a fomentar la actitud moral que merece el trabajador alemán.
A esta exigencia, basada más bien en consideraciones prácticas, se añadió pronto la idea de crear una pieza que sirviera principalmente de sala de desayuno, que fuera un lugar de recreo y un sitio en el que se pudiera reunir todo el personal. Estas ideas e incentivos se llevaron a las empresas, a los jefes de talleres y a los trabajadores mismos. No cabía hacer mucho más, pues no se querían imponer pretensiones jurídicas, toda vez que la realización tenía que ser voluntaria, por considerarse éste el único suelo en el que podrían madurar estas ideas. Esta fe en la fuerza sana y creadora y en la buena voluntad, no experimentó desengaño, y si se necesitara una prueba más de que la idea nacionalsocialista ha despertado nueva confianza precisamente en los hombres de las empresas industriales, ahí están, como testimonio elocuente, las muchas creaciones e instalaciones de las colectividades de trabajo.
La casa de recreo de la empresa industrial alemana no es un tipo basado en ordenanzas ni en normas arquitectónicas. Cada empresa tiene su carácter y otras condiciones para la ilustración de la colectividad. Las medidas y la situación de los edificios y piezas dependen de las condiciones locales, de la extensión de los talleres, de la situación de las viviendas, de las costumbres locales y de la situación en la campiña Pues para la gran ciudad rigen otras condiciones que para una región campestre. Para la cantera se tendrán que considerar otras necesidades que para un edificio de administración, pues no se trata solamente de levantar edificios, sino que éstos han de responder a una necesidad, han de cumplir un fin y han de ser un hogar digno para la colectividad. Así una construcción de esta naturaleza sirve a una gran misión, pues como hogar de una colectividad tiene que ser su medio y su marco. Es preciso que forme con su vida un todo indisoluble y sea hacia fuera un signo simbólico de ella.
Al mismo tiempo será una parte de la casa y una parte de la campiña en que se encuentre. Pero esto no se ha de entender solamente en sentido exotérico, sino también en el contrario, en el esotérico. El edificio ha de pertenecer a las gentes que viven y trabajan en esta campiña, y la vida en esta casa las ha de arraigar todavía más al país.
Así sucede que en estas casas de recreo se observa a veces sorprendente riqueza en tradicionales motivos y formas de construcción que muchos consideraban perdidos. Por todas partes se emplean los materiales del lugar en la antigua disposición. Esto no tiene nada de común con un falso romanticismo, camino por lo demás no recomendado. Se ha demostrado que los hombres que trabajan en tales empresas están más íntimamente unidos a sus campiñas de lo que todos suponíamos. Y se advierte también que los trabajadores, sean cuales fueren los materiales que trabajan, se dan debida cuenta del trabajo de los artesanos y del constructor del edificio.
Siendo las piezas y casas una parte de la empresa a que pertenecen, será necesario que las mismas armonicen con la arquitectura de los edificios de los talleres y de la administración. Pero en su exterior se distinguirán, no obstante, por su carácter particular. Hoy es la cosa más natural del mundo que una empresa industrial tenga sus salas de reunión. Una casa dedicada a la industria y el comercio no se compone solamente de salas de trabajo y oficinas de administración, sino también de una sala de reunión, de vestuarios y lavabos, de instalaciones de recreo y deporte al aire libre y de un campo de grandes reuniones. Estas son partes orgánicas y hoy necesarias de una empresa industrial en la Alemania nacionalsocialista. Lo mismo que las piezas y los edificios destinados a la administración y a la fabricación se han de encontrar instalados en el debido orden orgánico, en igual forma han de estar debidamente ordenados los lugares de la colectividad, en armonía correcta y natural con el conjunto de la planta de la fábrica. En todo proyecto de fábrica estarán estos nuevos elementos en el lugar que les corresponde.
La colaboración del trabajador en la construcción de estas casas suyas y en la instalación de salas de recreo en las empresas en que por falta de espacio o por otros motivos no se pueda pensar por de pronto en una construcción especial, no se extiende solamente a la colaboración voluntaria en los trabajos de urbanización y construcción, sino también a dar consejos, a presentar ideas y a exponer deseos. Las deliberaciones de los hombres del Consejo de Confianza con los jefes de servicio, las consultas de los trabajadores entre sí, todo esto pertenece al acontecimiento del proyecto y de la ej . ecución de la construcción, al cual toman parte todos los que trabajan en la casa correspondiente. Ninguno quiere quedarse atrás, cada cual contribuye con algo y así se consigue mucho que habría podido parecer al principio un sueño temerario. Estos gratos tiempos con su buen humor, quedan en la memoria de todos y su recuerdo se une para siempre al edificio ya terminado.
La organización "Belleza del trabajo", con su Sección de Arquitectura, ha construido en los últimos años algunas Casas de Recreo de fábricas, con el fin de ofrecer líneas directivas generales con estos "edificios tipos". Estas líneas no se han de extender a elementos externos, sino al carácter arquitectónico. Para la instalación se desarrollaron diversos modelos, que construyen las industrias y oficios correspondientes. Así se idearon modelos de mesas, asientos, armarios, lámparas, etc. Igualmente se proyectaron percheros, correderas para cortinas y otras pequeñeces, de modo que se dispone de un surtido abundante. Pero no ha sido la intención de la organización "Belleza del Trabajo" el introducir tipos determinados o llegar a una reglamentación estrecha en el dominio de la instalación interna. Estos modelos, lo mismo que los edificios "tipo", sólo pretenden servir de guía o dar una idea de lo que se desea. Ante todo se ha perseguido la mayor solidez posible de la construcción. Estos modelos han merecido mucha aceptación y se encuentran por todas partes en las nuevas salas de reunión. También se advierte muchas veces que han sido creados de nuevo objetos análogos, que concuerdan con los modelos en intención y carácter. Ha llegado a ser una buena costumbre el consultar a los artesanos de la localidad, para la instalación de las piezas. Pero también los trabajadores de la casa colaboran a menudo precisamente en la instalación interior de las habitaciones. Muchas veces se construyen en los propios talleres lámparas, picaportes o la caja de la radio.
La sala de reunión y las instalaciones de la colectividad dependen, desde luego, en su extensión y tamaño de la naturaleza e importancia de la casa y del número de personas ocupadas en ellas, pero las mismas se han de encontrar en toda empresa industrial. Hasta en el más pequeño de los talleres puede haber una instalación modesta de esta clase, como se advierte en muchas empresas pequeñas, en las que se encuentran con frecuencia un campo de deportes, un jardín, un comedor y lavabos y vestuarios. Y de alguna manera se habrá cuidado entonces de crear con pocos medios un recinto instalado de tal manera que se pueda celebrar en él una pequeña fiesta o una reunión especial de la colectividad. Pero en todas las empresas, grandes y pequeñas, se piensa en la ampliación y en la mejora, y por todas partes se nos habla de proyectos y de posibilidades y se pide el consejo del ponente de la organización “Belleza del trabajo". Todo esto demuestra que los trabajadores se sienten en su fábrica en su casa, que el taller no es ya el lugar de esclavitud, sino su mundo, su taller, que les pertenece a ellos y que ellos se forman a su gusto.
El Dr. Ley, jefe de la Organización del Reich, ha nombrado el año pasado centros de recreo durante el tiempo libre “Fuerza por alegría" a varios restaurantes y locales de reunión de pueblos y ciudades, particularmente adecuados para fiestas y reuniones colectivas, Entre ellos se encuentran algunas Casas de Recreo de fábricas, principalmente las que se encuentran en el campo o en lugares donde ofrecen la única posibilidad para la reunión de gran número de personas para la celebración de una fiesta o de una junta. Estos centros destinados al tiempo libre están dotados de salas, escenario y buenos guardarropas. Representan una forma ampliada de la casa de recreo, están al servicio de una colectividad de importancia y son el centro de la nueva vida social. Con tal nombramiento y distinción se amplía la idea de la Casa de Recreo al mayor concepto del Centro de fiestas y solemnidades. En todas partes donde la comunidad se erige un monumento visible en espacio y construcción, se desarrollan también nuevos usos y nuevas costumbres de vida.
Un nuevo estilo de vida
"Honrad el trabajo y respetad al trabajador" dice una sentencia de Adolf Hitler, que se ve escrita en grandes letras en muchos talleres. En la Alemania de hoy todo el mundo es un trabajador, sea cual fuere el puesto que ocupe: ministro, director, artesano, artista, cerrajero, escribiente o embalador. Otra sentencia del caudillo de Alemania dice: "De ahora en adelante sólo habrá una nobleza, la nobleza del trabajo". Así ha quedado demostrado que el matiz proletario del concepto "trabajador" y la actitud de lucha frente a otra clase social, se han borrado para siempre en Alemania. Así han dejado de tener razón de ser y han caído en el olvido todas las tentativas literarias de construir una Cultura proletaria. En Alemania no hay más que una cultura y una forma de vida, las del hombre alemán. Es de comprender que de todos los esfuerzos encaminados a transformar el taller en una célula vital de la comunidad, tenía que resultar un estilo de vida del trabajador alemán. Tal como ha desaparecido la fábrica romántica, pero sucia y abandonada, igualmente ha dejado de existir aquella figura que se solía representar como prototipo del trabajador internacional como producto de la lucha de clases en los carteles electorales, el hombre con la mirada extraviada y melancólica, con el traje destrozado, que habita con sus hijos hambrientos y su mujer que se queja eternamente en una miserable barraca. Todos los extranjeros que han pasado por Alemania, han manifestado siempre haberse visto sorprendidos de que el trabajador alemán fuera tan bien vestido, con cuello blanco, con corbata y con buen calzado. Así ha sido siempre el trabajador alemán y cuando careció de lo más necesario por la miseria y el paro, no por ello padecieron menoscabo su amor a la limpieza ni su anhelo de valores más elevados.
Hoy el trabajador oye música de alto valor en la gran sala de reunión de su fábrica, exposiciones artísticas llegan a él, a la fábrica, y come en buena vajilla, en comedores artísticos y amueblados y decorados con gusto exquisito. En el campo deportivo de la fábrica se dedica a los deportes, lee los libros de la biblioteca de la fábrica y oye conferencias sobre su oficio y sobre temas generales. Así empieza en el taller una obra de educación e ilustración que influye sobre su espíritu, sobre sus sentimientos artísticos y sobre su gusto.
Todo esto no deja de tener influencia sobre la estructuración de su vida personal, sobre su hogar, sobre sus costumbres y sobre sus modales. Con esto entra en vías de realización algo grande, o sea, el desarrollo de un nuevo estilo de vida del trabajador alemán, que empieza en el taller, donde él forja valores para la comunidad. La eterna correlación del hombre y el ambiente, se manifiesta en este proceso del desarrollo de un nuevo estilo de vida. El lugar del trabajo no es el lado sombrío de la existencia, sino una parte del espacio vital. La unidad armónica de la vida y el trabajo, la comunidad y el individuo, es la garantía del desarrollo de una forma nueva de vida, genuinamente alemana.
Labels: Socialismo
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